En el texto anterior formulé tres preguntas: ¿Cuándo y cómo se trastocó la gobernanza de amplias porciones del país? ¿Cómo se introdujo y enraizó el narco en la vida social, económica y política? y ¿Qué necesitamos hacer como sociedad y como ciudadanos para transformar este estado de cosas?
Trataré de ir avanzando en las respuestas, enriquecidas con las aportaciones e interacción con lectoras y lectores. Precisamente, y para ejemplificar lo que significa la narco gobernanza a nivel local o comunitario, un lector me compartió el caso de una colonia ubicada en la Alcaldía de Coyoacán y colindante con la de Iztapalapa, en la que ¡la gobernanza está en manos del narco! basada en el control del mercado de las drogas y de la venta en los tianguis de mercancía robada como ropa y refacciones. Los dueños de la plaza tienen tal poder y convocatoria que lograron expulsar a los colombianos dedicados a la usura financieray conocidos como los goteros mientras quelos cuerpos de seguridad pública solo hacen presencia en los alrededores. Concluyó su relato el estimado lector, invitándome a un tour por dicha zona para corroborar lo antedicho.
Para darnos una idea de la profundidad de la penetración del narco en la población mexicana, en dimensiones básicas como la economía, la política, la cultura y el imaginario popular, citaré lo que reveló en un estudio publicado en años recientes, el sociólogo e investigador francés Gilles Bataillon, cuando en la localidad de Altar, Sonora, una población de no más de 10 mil habitantes y con importancia estratégica para el cruce de migrantes hacia los EEUU, una maestra les preguntó a sus niños que querían ser cuando fueran mayores, a lo que le respondieron que querían convertirse en mafiosos.
Es decir, hemos normalizado la presencia y actuación del narco, a tal grado que algunos de los grupos musicales más famosos de México y de la Unión Americana lo son, entre otros factores, por los narcocorridos que cantan, con los que se exalta y romantiza pero a la vez se disfraza u oculta con una falsa y perversa melosidad, lo que dichas actividades representan el día de hoy: tráfico de estupefacientes, tráfico y secuestro de personas y de migrantes, cobro de piso y distorsión de las economías locales y regionales, corrupción y masacres.
Durante las dos últimas décadas del pasado siglo y las que van del actual y ante el crecimiento inesperado y acelerado del consumo nacional de sustancias psicoactivas y su incursión a otras actividades delictivas, el narco se empoderó y extendió a casi todas las entidades federativas, creando verdaderas empresas de alcance transnacional y estableciendo espacios territoriales de monopolización sobre la producción, distribución y consumo a los cuales denominó con cierta lógica comercial o ¿militar? como plazas, con la presencia de células que operan y protegen los negocios, e imponiendo el miedo mediante la violencia o corrompiendo mediante su enorme capacidad financiera. Nadie mejor sintetizó este modelo de gobernanza que el narcotraficante Pablo Escobar con su famosa frase plata o plomo.
Junto con lo anterior, hay que recordar que el narco también en un importante generador de empleos y por tal, contribuye a la movilidad económica y social de su fuerza laboral y de sus aliados, y su derrama económica impulsa y sostiene negocios lícitos que además de crear fuentes de trabajo, pagan impuestos.
¿Qué hacer como ciudadanos y como colectivos sociales? Compartiré una serie de reflexiones en el texto siguiente.
