Ana Lilia Herrera Anzaldo hizo su carrera política en el Estado de México. Después de una trayectoria administrativa en el gobierno estatal, en 2006 fue electa diputada local, presidiendo la comisión de asuntos electorales. Su labor legislativa le fue recompensada en 2009, con la postulación y subsiguiente elección como presidenta municipal de Metepec.
Su gestión municipal fue lo suficientemente aceptable para ser electa senadora de la República en 2012. Bajo esa investidura participó como diputada de la asamblea Constituyente de la CDMX, por parte del Senado en 2016. Al año siguiente, regresó al gobierno al estado para ocupar el cargo de secretaria de Educación, es decir, formó parte del proceso de sucesión del exgobernador Eruviel Ávila.
Herrera Anzaldo es una política de tiempo completo, de la que no cabe esperar ingenuidades o berrinches simplones. Su postura ante la designación de Alejandra del Moral como la carta oficial del PRI para encabezar la alianza opositora en el Estado de México es clara. El lunes 24 de octubre declaró ante medios de comunicación que “la disciplina partidista no es sinónimo de sumisión y que el límite de la institucionalidad es la autodestrucción”.
En redes sociales, coincidentemente, circularon fotos de Ana Lilia a la salida de una supuesta reunión con operadores de MORENA en el Estado de México. La misma semana en que Horacio Duarte, exdirector de Aduanas, inició su labor de acercar a los liderazgos locales con la precandidata de MORENA, Delfina Gómez.
¿Es factible que Herrera Anzaldo se sume a la campaña de los de en frente? Lo es, y para ello echemos mano dos teorías de las ciencias políticas.
La teoría de la elección racional se resume a grandes rasgos así: “todo individuo se guía racionalmente por su interés personal”. El interés personal en política es el mismo para todos los participantes: la vigencia. Es decir, mantenerse en las listas de candidatos, en los cargos de dirección partidista o de gobierno. ¿Cómo podría Herrera Anzaldo garantizar su vigencia? Primero contestaremos cómo es que no lo lograría: bajando la cabeza y aceptando ser desplazada.
¿Lo duda? ¿Es necesario que le recuerde de cierta persona que durante 30 años gritó a los cuatro vientos que le hicieron fraude electoral? Bueno, pero ella misma mencionó que reiteraba su militancia priísta. Eso de las etiquetas partidistas desafortunadamente sirve como las camisetas del fútbol. Una temporada son chivas de corazón y de repente visten la camiseta amarilla que tantas pasiones desata. Igual en política. En todo caso Herrera Anzaldo podrá justificar que “ella no deja al partido, el partido la abandonó a ella” y a lo que sigue.
Otra teoría, la del realismo político establece que “las cosas son como son, y como como deberían ser”. Es decir, Herrera Anzaldo ya no percibe condiciones para un crecimiento político dentro del PRI. ¿Por qué? La oferta del PRI para ella en 2024 sería ¿una senaduría, que ya obtuvo una vez, y para la cual ahora tendría que luchar cuesta arriba? ¿Gobernar de nueva cuenta Metepec? A veces lo más frustrante para los políticos es repetir cargos.
En contra posición, ¿Delfina Gómez que le puede ofrecer? Algo que a estas alturas el PRI no puede: empezar de nuevo. Herrera Anzaldo puede poner su expertise a favor de MORENA y exigir posiciones a cambio. No es descabellado en virtud que pocos son los cuadros morenistas con una trayectoria administrativa de altura.
Por estas razones es de esperar que Ana Lilia Herrera Anzaldo y otros como ella busquen en privado a Horacio Duarte para mantenerse vigentes. Es por ello que elección tras elección vemos las mismas caras bajo diferentes siglas partidistas.
¿Usted qué piensa?
