Ocupar la presidencia de la potencia mundial más poderosa de la historia tiene como una de sus prerrogativas el acceso a la información más sensible para el futuro de la humanidad. El último censo llevado a cabo por el departamento de defensa arroja un total de 3 mil 708 ojivas nucleares. Suficiente poder destructivo como para hacer del asteroide Chicxulub que arrasó a los dinosaurios, un mero fuego artificial de feria pueblerina.

Por eso cuando trascendió que el expresidente Donald Trump se había llevado documentos secretos tras su salida de la casa blanca en enero de 2021, las alarmas sonaron en el departamento de justicia de los Estados Unidos.

El pasado 9 de agosto un equipo de asalto del FBI entró a la residencia de Trump en el complejo conocido como Mar-a-Lago ubicado en el 1100 South Ocean boulevard de Palm Beach, Florida. Tras el operativo, las autoridades dieron a conocer que se habían recuperado, según el “recibo de propiedad” firmado por los agentes especiales que acompañaron el cateo y anexo al aviso de presentación de documentos ante la corte de distrito del sur de Florida, un total de 39 cajas y carpetas. Diez de esas cajas se describieron como “documentación miscelánea ultra secreta”.

La orden de cateo cita como fundamento jurídico las secciones, 793 referente a la recolección, pérdida o intercambio de información relativa a la defensa nacional, 2071 y 1519 sobre esconder, destruir o remover documentos de acuerdo a ley de espionaje, contenida en el título 18 del Código de los Estados Unidos (18 USC). La pregunta surgió de inmediato ¿Por qué Trump tenía en su propiedad de estilo arquitectónico español documentos secretos?

En 2017 estalló un escándalo importante en Washington DC cuando se conoció de la denuncia de un empelado de la Casa Blanca que el entonces presidente Trump había aprobado por lo menos 25 autorizaciones de seguridad, a pesar de que los funcionarios responsables las habían denegado. La reglamentación norteamericana sobre las áreas gubernamentales y su quehacer específico que son “secretas” es bastante robusta y abarca prácticamente todo el espectro del poder ejecutivo. No obstante, en la tormenta mediática que fue su presidencia, la decisión de Trump pronto quedó en el olvido.

Pero la pregunta se mantiene ¿Qué son esos “documentos misceláneos ultra secretos” que incautó el FBI en Mar-a-Lago? Las versiones periodísticas norteamericanas se limitan a describir el contenido como relativo a “armas nucleares”, pero ha trascendido que la información contendría también actividades de espionaje de los Estados Unidos así como listas de informantes en otros países. En todo caso, se trata un apetitoso coctel para cualquier gobierno, amigo o enemigo, de Washington. La cantidad de dinero que se podría llegar a pagar por esa información es de fantasía.

¿Podría la exestrella de televisión cuyo reality show, The Apprentice, transmitido durante 14 temporadas y con ganancias por 214 millones de dólares, ser capaz de vender secretos de estado a potencias extranjeras hostiles a su propio país? ¿Usted qué piensa?