Recientemente el Foro Jesús Silva-Herzog Flores (http://jesussilva-herzog.com.mx/) ofreció una conferencia a distancia de Francisco Suárez Dávila titulada “Ante las grandes tormentas económicas, evitemos el naufragio.” El ponente tiene un amplio prestigio y una larga trayectoria en el gobierno mexicano, tanto en responsabilidades financieras como diplomáticas.

En el sitio web del Foro se puede consultar esta conferencia y otras que ha organizado con mexicanos de primer nivel como Cuauhtémoc Cárdenas, Bernardo Sepúlveda Amor, María Amparo Casar, José Woldenberg, Arturo Sarukhán, Julio Frenk Mora y Ángel Gurría, entre otros. Vale la pena visitar esta página.

La amenaza de tormenta de que habla Suárez está claramente en el horizonte: después de la crisis de la pandemia, el crecimiento de Estados Unidos en 2022 se estima sería de sólo 2.8 % en un contexto de dislocamiento de cadenas productivas internacionales, sobrevivencia del coronavirus e inflación. Las tasas de interés de los EE. UU. empiezan a subir, mientras en América Latina hay países muy endeudados, y el panorama mundial se complica con la invasión rusa contra Ucrania, que no tiene visos de terminar pronto.

Ante este panorama, México no tiene una economía fuerte ni una sociedad unida: “no hay radar”, dice Suárez, no hay una conducción real y responsable del país, y el gobierno no parece prever, ni atiende, una eventual crisis económica (como tampoco atende, digo yo, la violencia derivada de la inseguridad y los avances del crimen organizado en numerosas regiones del país). En 2020 el decrecimiento de la economía fue de menos 8.2%, y en 2021 el rebote de la producción[1] fue muy débil por los recortes del presupuesto, y por la carencia de políticas de apoyo a las empresas y a los desempleados.

Para 2022 la SHCP (muy optimista) estima un crecimiento de 3.4%, mientras Banamex espera 1.3% y Bancomer 1.2% Pero la inflación ha rebasado ya el 7%, y la inversión pública se mueve decididamente a la baja desde 2019, concentrada en los tres discutibles proyectos prioritarios del Presidente. A ello hay que sumar que seguimos pagando el cancelado aeropuerto de Texcoco.

La política exterior es inexistente, salvo para generar conflictos a veces inventados, como con España y Panamá, y otros con serias posibilidades de afectar al país, como con los Estados Unidos, cuyo gobierno ha señalado –de formas hasta ahora mesuradas– su preocupación por las implicaciones de la reforma eléctrica, sobre el medio ambiente, sobre las inversiones norteamericanas y un conflicto con el TLCAN, hoy TMEC.

Ante la posible tormenta, no tenemos un gabinete de nivel, ni secretarios especialmente competentes, señala Suárez, y el Secretario de Hacienda no aparece en la vida pública nacional. No está claro que se quiera impulsar un modelo económico claro. Si se ve, en cambio un modelo político de centralización del poder en el Ejecutivo y de militarización del país.

Tampoco existe un programa de reactivación económica. En su lugar, hay recortes al Presupuesto Federal, que han reducido o congelado numerosos programas que más o menos funcionaban. Por cierto, explica el economista, el mejor de los proyectos del gobierno actual es el eje de transporte en el Istmo de Tehuantepec, pero no sólo es del que menos se habla, sino que en el gasto Federal se le asignan solamente 10 mil millones de pesos.

Para evitar una posible crisis de fin de sexenio, Suárez recomienda una política de unidad nacional con los principales actores económicos y sociales, un gabinete de unidad, mayor inversión pública y privada sobre proyectos bien evaluados que tengan impacto en el nivel de empleo y que miren hacia el futuro, por ejemplo, la reconversión tecnológica de la estructura productiva, centrada en la cultura del conocimiento y la innovación digital.

Ya en otras ocasiones, Suárez ha insistido en la necesidad de una reforma fiscal que le otorgue al Estado los recursos necesarios para impulsar el crecimiento y atender las principales necesidades de los mexicanos de salud, educación, y desarrollo de áreas atrasadas.

De no hacer todo esto, Suárez Dávila explica que se puede caer en un escenario de “muerte lenta” de la 4T, con inflación al alza, mayores recortes al gasto público, destrucción de la administración pública, nombramientos de aliados políticos en puestos púbicos, política exterior inexistente, sin escuchar propuestas distintas a la propia.

Retomo, finalmente, dos conclusiones centrales de la plática. No se puede combatir ninguna crisis en un clima de polarización social y política; y el país está en una situación de estancamiento y fragilidad, lo cual lo hace susceptible frente a posibles choques externos. Sin duda, se trata de propuestas sensatas y racionales para regresar a las políticas de desarrollo en favor de los mejores intereses del país. Ojalá alguien las considere.

[1] En 2021 la tasa de crecimiento frente al año anterior fue de 5%, insuficiente para recuperar lo perdido en 2020. El Producto quedó en niveles similares a los que tenía en 2016.