Al principio de esta cuarta versión de The Matrix, el jefe del programador Thomas Anderson (un deprimido Keaunu Reeves que incluso ha tratado de suicidarse) le informa que la Warner Brothers quiere hacer una nueva versión del juego que él diseñó. Buena idea: la estamos viendo.
Confieso ser fan de las películas de las hermanas Wachowski (Lana y Lily), sin importar que a veces se pasen de barrocas. The Matrix Resurrections (Netflix 2021, con dos horas y 18 minutos) aparece 22 años después de la primera versión, de 1999). Las películas de las Wachowski combinan guiones ambiciosos con grandes producciones, múltiples actores a veces de distintas nacionalidades, y temas contemporáneos como la ciencia ficción, comics de super héroes, viajes espaciales, juegos de Nintendo y alusiones místico-religiosas no tan bien escondidas. ¿Qué mejores nombres que Morfeo, Neo, Trinity y un gato llamado Deja Vu?
The Matrix abrió en su momento la reflexión sobre mundos alternativos a partir de una realidad generada por las computadoras: partió de los juegos digitales en lo que los jugadores pueden asumir una nueva identidad y vivir experiencias en mundos fantásticos para proponer que la realidad misma del mundo moderno es en realidad una matriz digital, un mundo-espejo que sus personajes viven como real.
Conviene recordar otros dos filmes de las Wachowski: Cloud Atlas (2012), con Tom Hanks, la bella Halle Berry, el villano de Matrix Hugo Weaving, Hugh Grant y un verdadero desfile de actores, es un ambicioso y espectacular fracaso que combina demasiados personajes de distintas épocas y lugares. Tal vez hubiera funcionado mejor como una serie de diez episodios, pero sin duda prefiero ver una película compleja y brillante que fracasa, que una mediocre y sin ideas.
Mucho mejor me parece El destino de Júpiter (2015, con la guapísima Mila Kunis, Channing Tatum y Sean Bean, el rey bueno de Juego de Tronos). Júpiter es una especie de Cenicienta espacial secuestrada por seres de otra galaxia para revelarle que en realidad es un princesa real. Como los Guardianes de la Galaxia, los personajes no se toman tan en serio, sus diálogos son burlones, y sus escenarios y sus naves espaciales son de fábula.
Ahora, dos décadas después de la primera Matrix, la cuarta reencarnación (en HBO Max) retoma los temas centrales de sus antecesoras, por lo que no es necesario ver las películas anteriores para comprender ésta. Son muchos años para los aficionados al cine, y precisamente por ello Hollywood aplica la simple fórmula de hacer un remake para cada generación de sus películas más exitosas, no siempre como grandes éxitos.
La revista Forbes y algunos críticos han señalado que Matrix Resurrections es más un epílogo que una secuela, una especie de homenaje a las versiones anteriores, que recorre los caminos antes abiertos, y que por ello no generó tantos ingresos como la serie de La Guerra de las Galaxias, que si va cambiando las historias y los personajes. La primera ganó $469 millones de dólares por los $60 millones que costó, y la segunda, Matrix Reloaded (2003), ganó $742 millones con un costo de producción de $150. La tercera no le fue tan bien, probablemente porque la franquicia ya estaba un poco agotada.
Laurence Fishburne y Hugo Weaving no aparecen en esta versión, y es lógico que sean representados por nuevos personajes, más jóvenes, pero la historia es más o menos la misma. Como lo explica el jefe de Neo, esta versión se rehace no porque el público la demande, sino porque los ejecutivos de Warner lo decidieron así.
Así como en Resurrections hay múltiples y justificadas alusiones a la historia de Alice in Wonderland, que también se pasa del otro lado del espejo, es necesario recordar la película francesa en blanco y negro de 1950, Orfeo de Jean Cocteau, con Jean Marais y Maria Casares, en la cual los personajes se transportan al otro mundo, esta vez el mundo de la muerte, a través de la superficie líquida de los espejos, como hacen Neo y sus amigos para entrar a la Matriz.
Se podría decir también que la película es una crítica de un estado policiaco, al estilo de 1984 de Orwell, pero no creo que vaya hasta allá. También se debe recordar que Mark Zuckerberg, dueño de Facebook, ha propuesto desarrollar un nuevo mundo digital llamado Meta, aprovechando que muchos viven su vida en Face más que la realidad. Me faltó decir que la Trinity de Carrie Anne Moss, de 54 años, tiene magia para regalar, y que al final, ella y Neo vencen a sus enemigos por encarnar una historia de amor y llegar a un final feliz. Al menos en esta parte, el cine es igual que antes.
