En el artículo anterior se hablaba de las razones para las nuevas inversiones chinas en el exterior: globalizar sus empresas y pagar salarios más bajos. Una necesidad adicional es canalizar de forma productiva las abundantes reservas de moneda extranjera que ha acumulado como producto de sus excedentes comerciales, y la necesidad de obtener suministros de recursos naturales y energéticos, escasos en China. Hasta antes del 2000, las inmensas reservas monetarias chinas estaban invertidas en bonos de gobierno de EE UU. Esto ya no será así.

Un buen ejemplo del cambio fue la adquisición china de la división de computadoras personales de IBM en 2005, para constituir el Grupo Lenovo. Otras empresas relevantes ya globalizadas son Alibaba y Huawei. Más aún: China ha adoptado una estrategia llamada “Hecho en China 2025”, para proteger a sus propias empresas en diez áreas consideradas estratégicas, intensivas en tecnología, incluyendo la inteligencia artificial. 

¿Cuáles son los problemas que puede enfrentar este modelo? Principalmente se derivan de los costos generados por el exitoso crecimiento chino: la elevación de los salarios, las desigualdades sociales y regionales, un sistema financiero controlado por el Estado, particularmente ineficiente, el elevado nivel de endeudamiento de sus empresas, el envejecimiento de su población (que reduce la población económicamente activa) y la sobreinversión en ciertas ramas productivas.

La lista es compleja, y su análisis no se puede hacer aquí. Un tema central es el de las empresas estatales o con participación del Estado. Se estima que existen unas 150 mil empresas estatales a nivel federal y regional, las cuales generan la mitad del producto no industrial del país. La otra mitad viene de empresas privadas. Controlan sectores como el energético, minería, agua, electricidad, telecomunicaciones, transportes.

Aunque su principal accionista es el gobierno chino, algunas de ellas están en la bolsa de valores del país. Además, en el 70% de ellas existen comités del Partido Comunista Chino (PCC). Es importante destacar que entre las 500 empresas más grandes definidas por la revista Fortune, 103 son chinas.

En el caso de los bancos, cinco de los más grandes son estatales: los bancos son el sector en el que más presencia tiene el gobierno, y el que está vedado para los inversionistas extranjeros. Esto se debe a que el gobierno los considera estratégicos para apoyar a las empresas y protegerlas de la competencia del exterior y de sus malas decisiones. Es decir, que sus créditos se otorgan no por decisiones financieras, sino políticas. Esto explica el elevado nivel de endeudamiento corporativo. De esta forma, el sistema financiero chino es el talón de Aquiles del conjunto. 

El poderoso presidente Xi Jinping, también Secretario General del PCC, que ha eliminado los límites legales para su propia reelección, ha incrementado el poder del Partido, su capacidad para vigilar a sus propios ciudadanos, y ha reducido de forma drástica la autonomía de Hong Kong. Un artículo de Foreign Affairs (marzo 6, 2019) señala que esta marcha hacia la centralización del poder podría reducir el crecimiento de su economía y elevar el descontento social.

Todo esto indica que la nueva estrategia china de desarrollo y ampliación de su influencia en el mundo podría no tener éxito. Será determinante la forma en que los EE. UU. y las potencias democráticas respondan a las iniciativas del presidente chino. Estos procesos no serán inmediatos, y en el fondo lo que está en juego es cómo el mundo se adaptará a la presencia de una nueva potencia mundial, que no juega con las reglas de las democracias occidentales.

Algunas de las fuentes utilizadas para elaborar esta nota incluyen:

–China’s Economic Rise: History, Trends, Challenges, and Implications for the United States. Congressional Research Service, 2019 42 pp.

–Xi’s Gambit: China Plans for a World Without American Technology. New York Times Abril 13, 2021

–Pandas can fly: The struggle to reform China’s economy. The Economist Febrero, 2019