Y una vez más, el metro de la Ciudad de México vuelve a ser noticia, esta vez internacional. El hecho es conocido hoy día por todos: el colapso de las estructuras llevó a que un convoy de la línea 12 callera y dejara hasta el momento 24 muertos y más de 70 heridos. Si hace apenas unos meses un incendio en sus instalaciones era la catástrofe, hoy ese incidente es cosa de niños.
Las caras largas y las declaraciones sin sentido de los funcionarios dicen todo y nada. Claudia Sheimbaum intentando desesperadamente responder preguntas para las cuales no tiene respuestas. Marcelo Ebrard buscando como desligarse de algo que a todas luces es partícipe. Mario Delgado sólo se dedica a emitir un mensaje vía redes sociales que parece más un deslinde que un comunicado empático.
La cereza del paste sin duda es López Obrador, quien, sin un mínimo de respeto, se dedicó a atacar a los medios de comunicación como si éstos tuvieran que callar ante la tragedia. Una vez más el ejecutivo demostró que no está a la altura de las situaciones que diariamente enfrenta el país. Postrado en su púlpito mañanero, es incapaz de mostrar alguna señal de empatía hacia las víctimas, pues la víctima, el actor principal, siempre tiene que ser él.
El momento que tendría que aprovechar y demostrar que quiere un país sin corrupción, lo volvió a desperdiciar al no declarar nada nuevo y sí volver a referirse al pasado como mecanismo de evasión de la responsabilidad.
Sí, la mañanera era más importante que el derrumbe. Sí, su presencia en medios era más importante que las víctimas. Sí, su protagonismo no podía ser opacado por una pequeña tragedia. Sí, los muertos y heridos no le quitarían ni una pizca de foro a sus mensajes vacíos. Y sí, para el presidente vale más la popularidad de un gobierno que se cae a pedazos que las víctimas del metro, o los feminicidios que diariamente se presentan, o los cientos de miles de muertos por COVID-19, o los muertos por el crimen organizado, o los miles de desaparecidos. Nada de eso importa porque quien fantasea diariamente con un país que no existe es el mismo de desdeña desde lo más alto del gobierno todo aquello que no encaja con su visión de estado, aunque ésta sea muy pequeña.
Hasta el momento de escribir esta columna, ningún funcionario había presentado su renuncia. Eso dice mucho de un gobierno que dice ver por la gente y está a favor de acabar con la corrupción. Por menos de eso, en otras partes del mundo ya hubieran rodado cabezas y varios funcionarios estarían en proceso de investigación. Aquí no, aquí no pasa nada de eso, pues sabemos que la historia se repite y por supuesto que ningún alto funcionario tendrá un proceso limpio y mucho menos una mínima posibilidad de pisar la cárcel.
Hoy nos volvemos a enfrentar a la desgracia, una vez más por la negligencia, la corrupción y la pésima planeación. Desgraciadamente parece que todo pasará sin pena ni gloria y en cuestión de semanas será olvidado el incidente, una vez que pasen elecciones, pues algo que nos queda claro es que el suceso será botín de cambio por votos. La jefa de gobierno ha anunciado que iniciarán investigaciones al respecto y que no habrá impunidad, por lo menos para aquellos que no pertenecen al equipo de la 4t. Por lo demás, seguiremos esperando que paguen aquellas personas que hasta la fecha siguen impunes por crímenes como la Guardería ABC, Tlahuelilpan, el Colegio Rébsamen y hoy, la línea 12.
