Uno de los grandes megaproyectos de este Gobierno es, sin lugar a duda, el aeropuerto de Santa Lucía, el cual se anunciaba con bombo y platillo desde queLópez Obrador ganó las elecciones y echo a andar desde que tomó el poder.
Desde su perspectiva, esta obra es una de las más importantes no solo de su sexenio, sino de la historia de México, pues para el Presidente, todo arrebato de soberbia debe tener un monumento que recuerde al artífice de la idea plasmada, y en este caso, vale más la remembranza histórica que la funcionalidad de lo que se construye.
Se hizo el primer aterrizaje en una de las pistas «construidas» en «tiempo récord» para demostrar que los proyectos se están ejecutando y que tarde o temprano tendremos, en palabras del propio presidente, el aeropuerto más importante del mundo. Sí, desde su demagogia sigue externando todo pensamiento iracundo el cual no cuadra con una realidad vociferante que diariamente le recuerda que las cosas no son como se piensan, y sí como son.
Casi dos años después de la cancelación de Texcoco y con una «consulta» amañada, el gobierno de López Obrador no ha podido, o no ha querido, demostrar toda la corrupción imperante que desbordaba el proyecto del anterior aeropuerto, pese a que en múltiples ocasiones ha descalificado y tachado a todos los empresarios que participaban en éste como parte de la mafia del poder que se había enriquecido a costa de los contratos de construcción. No obstante, algunas de esas compañías son ahora las encargadas de la edificación de la mega obra.
Tal es el caso de ICA, Carso, Grupo Hermes, Grupo Empresarial Ángeles, entre otros, las cuales tienen el51% de total del monto asignado. En otras palabras, se les quitó la concesión anterior sólo para volvérselas a dar.
La obra, cuyo costo asciende hasta la fecha a 4 mil 700 millones de pesos, sigue sin demostrar en todos los sentidos que puede ser funcional, pues, si son ciertos los reportes de algunas personas que denunciaban en Twitter, se tuvieron que suspender vuelos de la Ciudad de México y Toluca para poder hacer la demostración de un supuesto funcionamiento normal. Esto es algo que se venía anunciando desde antes de iniciar el proyecto, pero una vez más, fue más fuerte la idea catastrófica de una persona que la lógica de la razón.
Finalmente, mientras en otras partes del mundo se hacen inauguraciones con obras terminadas y funcionando, en este país de ilusiones, se ejecutan cortes de listón con simulacros mal diseñadosde una prosperidad que aún no llega. El eterno discurso de la bienaventuranza sigue haciendo eco entre aquellos que ven este tipo de acciones como un gran logro, a pesar de que no se ha demostrado realmente nada.