El presidente López Obrador eludió felicitar a Joe Biden quién se perfila, de acuerdo a todos los pronósticos, a ser el nuevo gobernante de nuestro socio comercial más importante. Que llevó al presidente y sus asesores tomar una actitud tan miserable podría encontrarse en la intersección de los siguientes factores.
Quizás fue por la identificación con Donald Trump basada en una percepción compartida de enfrentar un entramado institucional corrompido y el ataque constante de los medios de comunicación. Tanto el saliente presidente norteamericano como López Obrador comparten un estilo de comunicar muy semejante: sin filtros, sin escatimar en la utilización de adjetivos agresivos en contra de sus “enemigos”, y una convicción inamovible sobre la bondad de su misión en la tierra.
Quizás fue la posibilidad de la llegada masiva de inversiones norteamericanas resultado del desacoplamiento de cadenas de valor establecidas en China y que beneficiarían a México de manera descomunal. El enemigo declarado de Trump ha sido China y la guerra comercial iniciada por él bien pudo interpretarse en Palacio Nacional que implicaría la salida masiva de industrias de alto consumo de mano de obra que migrarían hacia México en el marco del TMEC. A más de un año de distancia, aún no sabemos qué fue lo que exactamente vino a decir el superasesor presidencial Jared Kushner a México.
Quizás fue el cálculo político fallido, nacido de “fuentes alternativas” de información como QAnon que influyeron para desestimar el esfuerzo demócrata y su candidato, siempre tildado de “débil”, y al mismo tiempo sobredimensionar las posibilidades de un Trump siempre autoreferenciándose como invencible. El movimiento QAnon gira en torno un personaje que salió a la luz pública en la red social 4chan en 2017, utilizando la letra Q en sus mensajes y que fue interpretado por cuentas asociadas como un “oficial de inteligencia” que filtraba los detalles de un “plan” que poco a poco iba desenvolviéndose para encarcelar al stablishment corrupto de Washington. La narrativa conspiratoria, que utiliza con liberalidad citas bíblicas, sacó a QAnon de Twitter, refugiándose en Parley, desde donde, ahora con mucha menor frecuencia, publica presuntos giros legalistas a la elección presidencial “en nombre de dios”. ¿Cayeron los asesores de la 4T en el garlito comunicacional de QAnon, y por ello es que una mentalidad de “tiene que ganar Trump” evita que México sea otra de las naciones agraviadas por Trump que festejan la llegada del candidato demócrata, esperando ese milagro que QAnon promete?
El caso es que los mexicanos tenemos una postura presidencial ambivalente, autorreferencial de los agravios de 2006 que, al parecer ni la victoria de 2018 han podido conjurar, cuya dimensión diplomática ha quedado en un espasmo notorio. La geopolítica y la diplomacia son el juego de poder por excelencia, las consideraciones de “amistad” o “identificación personal”, salen sobrando. Y que no quede duda: alguien en el departamento de Estado en Washington DC, ya tomó nota de la dilación en el reconocimiento a Biden y lo contrastará con la rapidez con que, en su momento, se felicitó a Alberto Fernández de Argentina y a Evo Morales en Bolivia allá en 2019. Vaya hasta el régimen castrista en Cuba y el sátrapa venezolano, Nicolás Maduro, felicitaron a Biden.
Quién espere un giro como el de la elección del año 2000 cuando George W. Bush le dio la vuelta al demócrata Al Gore, se quedará esperando. Hacer la analogía entre las instituciones electorales norteamericanas y las mexicanas simplemente es estar desubicado.
Entre los individuos como entre los gobiernos, es un mal momento cuando todos los huevos se pusieron en una sola canasta.
