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Francisco Xavier Martínez Esponda

Francisco Xavier Martínez Esponda

Licenciado en Derecho por la Universidad Iberoamericana (2002-2006) con mención honorífica y Maestro en Ecología Tropical por parte del Centro de Investigaciones Tropicales (CITRO) de la Universidad Veracruzana (2014), con mención Honorífica. Ha colaborado como abogado en Litiga, Organización de Litigio Estratégico de Derechos Humanos A.C. (Litiga OLE) y en el Centro Mexicano de Derecho Ambiental, A.C. (CEMDA) ha sido director regional de la oficina Golfo de México (2013-2016) y actualmente se desempeña como director operativo. Una de sus las líneas principales de trabajo son los derechos humanos de los pueblos indígenas y comunidades equiparables, el patrimonio biocultural y la construcción del Estado pluricultural en México.

Del cuidado de la Tierra y los entreveros entre los ecosistemas terrestres y los pueblos indígenas

El 3 de mayo muchos pueblos en México celebran al agua, es una gran fiesta que nos recuerda que la vida no es posible sin este vital líquido; ante los incendios y devastación ambiental que el país ha vivido en los últimos meses pregunto ¿cómo cuidar a la tierra, al agua, a lo que vive? En septiembre de 2015 la Asamblea General de las Naciones Unidas dio una respuesta a estas interrogantes al adoptar la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, en este documento multilateral se estableció una visión conjunta por parte de los 193 países que la suscribieron en aras de trazar una hoja de ruta para alcanzar la sostenibilidad en 2030 a través de los ya famosos 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).[1] Dedicaré estas líneas para explorar los entreveros entre el objetivo 15, que se refiere a la protección de los ecosistemas terrestres, y sus relaciones con los pueblos indígenas, en aras de vislumbrar algunos caminos para el cuidado de la Tierra, a pesar de que los intereses de los pueblos indígenas no quedaron plasmados en los ODS.

De acuerdo con el objetivo 15 los Estados se comprometieron a “Proteger, restablecer y promover el uso sostenible de los ecosistemas terrestres, gestionar sosteniblemente los bosques, luchar contra la desertificación, detener e invertir la degradación de las tierras y detener la pérdida de biodiversidad”, pero ¿cómo hacer esto? ¿Cómo hacer para que el gobierno de México se tome en serio su papel como guardián del patrimonio natural del país? Agreguemos a esto una lección aportada por la actual pandemia y es que para evitar futuras zoonosis es necesario contar con ecosistemas terrestres sanos y por lo cual estamos obligados a restaurar lo degradado, poner fin a la sobreexplotación de la biodiversidad y combatir el cambio climático.[2]

¿A dónde mirar para buscar posibles alternativas? Miremos hacia los pueblos indígenas y comunidades equiparables pues ellos son los guardianes de los ecosistemas terrestres que han habitado y esta entrañable relación dio lugar a una inmensidad de lenguas, paisajes bioculturales y sistemas tradicionales de producción de alimentos. A lo largo de miles de años estos pueblos y comunidades han ido tejiendo y adaptando sus culturas a través de una mirada respetuosa con los ecosistemas terrestres, de tal suerte que pueblos y ecosistemas fueron cambiando y adaptándose según su relación se hizo más profunda. Victoria Tauli-Corpuz, la ex-relatora para los derechos de los pueblos indígenas, señaló en 2018 que los pueblos indígenas ocupan el 22% de la superficie de la Tierra siendo que dentro de estos espacios se aloja y vive alrededor del 80% de la biodiversidad global. En el caso de México en 2008 Eckart Boege confirmó los traslapes geográficos entre la riqueza biológica y la diversidad lingüística, así como los territorios indígenas y las regiones de alto valor biológico.

¿Por qué los pueblos indígenas cuidan mejor de la Tierra? Porque ellos fundan sus cosmovisiones y proyectos de vida en paradigmas como el buen vivir o sumak kawsay (quechua), suma qamaña (aymara), lekil kuxlejal (maya tzotzil-tzeltal), o yeknemilis (nahua), desde donde se afirma que los seres humanos y no humanos se encuentran interconectados e interrelacionados de manera complementaria e interdependiente en la construcción de normatividades, conocimientos, prácticas, instituciones y valores.

Todo ello llevó a decir en 2017 al ex-relator para el derecho al medio ambiente sano, John Knox, que la mejor o única forma de conservar los ecosistemas terrestres y la biodiversidad es a través de la protección y garantía de los derechos humanos de las personas que viven más cerca de la naturaleza: los pueblos indígenas y las comunidades equiparables.

Sin embargo, los derechos de los pueblos indígenas y las comunidades equiparables, particularmente la libre determinación y el territorio, no son respetados ni tomados en serio por el Estado mexicano y las empresas y al no hacerlo contribuyen de manera significativa al deterioro de los ecosistemas terrestres y a la generación de conflictos socioambientales, donde la criminalización, la estigmatización y las agresiones a las personas defensoras ambientales va en aumento.

El Estado mexicano se ha caracterizado por una parte, por el diseño e implementación de marcos jurídicos y políticas públicas sin pertinencia biocultural, cuyo efecto ha sido la degradación de los ecosistemas terrestres y la expropiación a los pueblos y comunidades del control de sus territorios y recursos naturales tradicionalmente manejados, como es el caso de la Ley Minera, la Ley de Hidrocarburos, la Ley de Bioseguridad de los Organismos Genéticamente Modificados, la Ley de Aguas Nacionales, la Ley Federal de Variedades Vegetales,y por la otra, ha sido incapaz de brindar un entorno seguro para que las y los defensores del territorio y medio ambiente puedan realizar su labor; el Centro Mexicano de Derecho Ambiental, A.C. (CEMDA) documentó que durante 2020 la violencia hacia las personas defensoras se incrementó, se perpetraron 65 ataques con 90 agresiones distintas, donde 18 personas defensoras fueron asesinadas.

En resumidas cuentas, la construcción de estrategias efectivas para la conservación de los ecosistemas terrestres y para la adaptación al cambio climático se encuentra en clave intercultural, es decir, la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, y en particular su Objetivo 15, deben ser leídos a la luz de los derechos de los pueblos indígenas contenidos en los distintos tratados, convenios y declaraciones en la materia, como es la Declaración de Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. En el caso mexicano esto apunta a retomar la conversación iniciada con la suscripción de los Acuerdos de San Andrés, que este año cumplieron 25 años. Otro México es posible.

Colaboró María Isabel Noriega Armella.


[1] Mayor información sobre la Agenda 2030 puede consultarse en la siguiente liga: https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/40155/24/S1801141_es.pdf

[2] Sobre la zoonosis y cómo romper la cadena de transmisión se puede consultar el siguiente documento del PNUMA: https://www.unep.org/es/resources/report/preventing-future-zoonotic-disease-outbreaks-protecting-environment-animals-and

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