En febrero pasado se cumplieron 25 años de la firma de los Acuerdos de San Andrés entre el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y el gobierno federal. Por medio de estos acuerdos se pactó la transformación profunda del Estado mexicano en aras de poder construir procesos duraderos de paz. A tantos años de distancia vale preguntar ¿qué ha cambiado?
A pesar de la reforma constitucional de 2001 y algunos importantes triunfos judiciales de los pueblos indígenas y comunidades equiparables, muy pocas cosas han cambiado desde ese febrero de 1996, porque el Estado mexicano sigue siendo monocultural y la sociedad mexicana sigue siendo ciega a la diversidad cultural, es decir, la violencia estructural y la discriminación que ésta acarrea permanecen intactas en detrimento de los derechos humanos de estos pueblos y comunidades; prueba de ello son la Ley Minera, la Ley de Aguas Nacionales, la Ley de Hidrocarburos y la Ley de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Moficados.
En el Centro Mexicano de Derecho Ambiental, A.C. (CEMDA), en conjunto con varios pueblos originarios y comunidades campesinas, realizamos una serie de diálogos a fin de analizar la situación y vislumbrar posibles rutas. El resultado de este esfuerzo fue un libro que recién publicamos en enero pasado y que se titula “Otro México es Posible”[1], texto de donde ahora quiero abrevar para abordar uno de los dos mayores pendientes según los Acuerdos de San Andrés: el derecho a la autonomía. Ésta consiste en la potestad que tienen los pueblos y comunidades para decidir sobre su vidas y destino mediante el manejo de sus territorios[2] y patrimonios bioculturales; a través de su ejercicio es posible materializar la frase zapatista de construir “un mundo donde quepan muchos mundos”. Una característica muy importante es que puede adquirir tantas formas como pueblos hay (demodiversidad).
¿Dónde se manifiesta la autonomía? En lo cotidiano, y a veces en lo extraordinario, ejemplos de ella son el uso de la lengua, los sistemas normativos propios, el libre intercambio de semillas, los tequios o faenas para el mantenimiento de bienes comunitarios, el servicio en el comité local de agua o en el sistema de cargos, la preparación de la fiesta y las asambleas comunitarias o de defensa del territorio. Durante los diálogos que he referido, los pueblos y comunidades fueron muy claros al señalar que lo que se requiere para garantizar este derecho es: 1) su reconocimiento como sujetos de derecho público, 2) la reforma al municipio libre y la re-municipalización, 3) la asignación y ejercicio directo del presupuesto, 4) el establecer elecciones de legisladores por usos y costumbres y la reconfiguración del poder legislativo, 5) que las lenguas mexicanas sean utilizadas en los espacios de toma de decisiones y como lenguas de instrucción, 6) establecer la mediación como mecanismo para resolver conflictos agrarios, 7) el establecimiento de consejos indígenas para la autonomía y una asamblea nacional indígena, 8) el deber de los gobiernos de obtener el consentimiento previo, libre e informado para toda medida legislativa y/o administrativa que pueda afectarles, 9) el fomento y respeto a los planes de vida o etnodesarrollo, 10) el reconocimiento de las autoridades tradicionales, entre otras recomendaciones.
Como ha dicho Gustavo Esteva, la autonomía representa la posibilidad de una transformación total en el gobierno a partir de la premisa de que sea la gente quien gobierne su propia vida. Pienso que las comunidades urbanas y mestizas tenemos mucho que aprender de autonomía y que los pueblos indígenas están dispuestos a enseñarnos si les escuchamos y respetamos.
Pensaba terminar este texto señalando que estamos próximos a celebrar elecciones en junio y cuestionarnos si alguno de nosotros se siente representado por el sistema de partidos, pero desistí de ello porque considero más valioso hacer eco de la autonomía y preguntarles: ¿qué hacemos para quitarnos el velo de los ojos y reconocer que México es un país pluricultural y multilingüe?, o mejor, ¿qué hace cada quien a título individual o colectivo para cuidar del otro? La autonomía de los pueblos indígenas y comunidades equiparables es aún una tarea pendiente, así como es un espejo en el que las comunidades urbanas y mestizas nos debemos mirar para cambiar la forma en que participamos políticamente en nuestras comunidades.
Colaboró María Isabel Noriega Armella.
[1] Disponible en https://www.cemda.org.mx/wp-content/uploads/2021/01/Otro_Mexico_es_posible_Dialogos_para_la_construccion_del_Estado_pluricultural.pdf
[2] Recordemos que para los pueblos indígenas sus territorios son su axis mundi puesto que son el espacio donde se vive y se muere, donde se funda su espacio y su tiempo, donde es posible que los saberes se encarnen, crezcan y se reproduzcan, son los territorios de la diferencia. Son su espacio vital material y espiritualmente hablando.
