Está propuesta trae esplendor en los platillos como ‘En el festín de Babette’, pero al avanzar hay un giro que ofrece una sensación de intranquilidad
El pagar por experiencias se ha convertido en un estilo de vida que está en tendencia, en esta ocasión hay un platillo cinematográfico que posee ingredientes un tanto inquietantes reunidos en una sólo cinta, está sazonada por lo tétrico y salteada con el humor negro, se trata de ‘El menú’.
La premisa parte de un puñado de personas, todos de la alta sociedad y acostumbrados a pagar fuertes cantidades de dinero por la comida con un concepto, ellos se deciden a acudir a un restaurante, ubicado en una isla, en donde se sirve un menú exclusivo basado en los comensales que los visitan en ese día en particular. Cada personaje va mostrando su naturaleza y expone su esnobismo y su deseo de mostrar status, la excepción a la regla es una joven que funge como acompañante de último momento de Taylor, un joven bastante entusiasta y fanático hasta el paroxismo del chef Slowik.
Una vez sentados en sus respectivas mesas, y luego de conocer cómo se organizan y se prepara la comida, los platillos comienzan a desfilar en un modo vistoso, elegante y con porciones pequeñas, y tan pronto como inicia la degustación cada uno de ellos alberga sorpresas que poco a poco van desfilando. Los asistentes deben de estar listos, no para comer, sino para degustar y saborear el horror que se avecina.
El encargado de ofrecer las viandas es el Chef Slowik, personificado por Ralph Fiennes, quien con sus miradas, aplausos y órdenes consigue la atención del filme, poco a poco sus intenciones se asoman, así como sus motivos, orillados por lo que para él representa la ruina de su obra y de su vida. Anna Taylor- Joy, en la piel de Margot, da una réplica en su punto al actor de ‘La lista de Schindler’, juntos, al igual que el resto del cast, consiguen tejer una crítica sobre los vacíos y la división de clases, los platillos son una buena metáfora de ello, aunque después de paladearlo queda la sensación de que pudo haber sido más profunda y contundente.
Acostumbrados a presenciar la comida como algo alegre, reflexivo, está propuesta trae esplendor en los platillos como ‘En el festín de Babette’, pero al avanzar hay un giro que ofrece una sensación de intranquilidad como ha ocurrido en cintas como ‘La gran comilona’, ‘Delicatessen’ o ‘’El cocinero, el ladrón, su esposa y su amante’. La experiencia en sí, es satisfactoria, se digiera muy bien y hasta llega a existir el deseo de un platillo más.
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