Cuando el expresidente de Brasil Luiz Inácio (Lula) da Silva fue apresado en su país, en 2018, acusado de corrupción, el ala izquierdista de Latinoamérica parecía desmoronarse. Ese mismo año, la justicia de Ecuador llamó a juicio a Rafael Correa por el supuesto secuestro de un opositor, y tan solo meses después, en 2019, el expresidente de Bolivia Evo Morales salió prácticamente huyendo de su país, después de un golpe de estado militar disfrazado de “institucionalidad”.
Cuando el andamiaje de la izquierda latinoamericana parecía que se vendría abajo, diferentes sucesos lo reforzaron y evitaron su caída del todo. Dos de ellos: el triunfo de Luis Arce en las elecciones presidenciales de Bolivia, quien tuviera como mentor político a Evo Morales, y los resultados de los comicios en febrero pasado en Ecuador, que dieron como ganador en la primera vuelta a Andrés Arauz, candidato afín al expresidente Correa.
Mientras esos sucesos tenían lugar, en la punta norte de América Latina por primera vez ejercía la presidencia en México un grupo identificado con la izquierda, encabezado por Andrés Manuel López Obrador, y en la punta sur del continente regresaba al poder la coalición peronista a través de Alberto Fernández, si bien de derecha, con una inclinación hacia la atención de bases populares.
Cabe recordad que antes de Fernández, Argentina estuvo gobernada por Mauricio Macri, en quien en su momento los votantes de ese país vieron la posibilidad de dar un paso a la modernidad, bajo la creencia de que tenía una visión más actual de la economía (era identificado como un hombre de negocios, finanzas y fútbol). Pero la realidad fue otra.
En el gobierno de Macri el PIB cayó 5% y la deuda externa creció 64.8%, con una inflación cercana al 360%, mientras el precio del peso se fue a las nubes en comparación con el dólar. Esa fue lo que algunos medios nombraron como su “herencia” para Argentina.
A Alberto Fernández no le ha ido mejor con los números, aunque ciertamente la tracción con la que venía la economía de su país era tan desfavorable como querer “revivir un muerto”. A López Obrador, o AMLO, como muchos le llaman, se le aplaude su valor para enfrentar a grupos facticos, sobre todo del sector empresarial, impulsar el aumento de los salarios, regresar las playas a los mexicanos, entre muchas otras cosas.
Pero a AMLO también se le reprocha su falta de visión en materia energética (sigue anclada al petróleo y carbón), su poca empatía con los temas feministas, la mala gestión de la pandemia y el achicamiento del aparato burocrático y el impacto que esto tiene en la salud, por ejemplo, un pensamiento similar al de gobiernos neoliberales que él mismo critica prácticamente todos los días.
Como quiera que sea, hay un tema en la agenda que comparten los presidentes de México y Argentina, y es el de la “patria grande”, Latinoamérica. Ambos creen que se debe trabajar por una América Latina más unida, donde la injerencia extranjera no se permita, particularmente la de Estados Unidos. Y comparten algo más que no es menor por su significado: la creencia que mientras no se atienda la pobreza, no habrá paz social, un aspecto que no gusta a los empresarios tradicionales, posiblemente porque esto implica dejar de tener la atención del gobierno en ellos, o en sus intereses particulares.
En este contexto, la última visita de Fernández a México no solo se trata de un acto simbólico entre ambos países, como los que tanto vemos a diario, sino de accionables que pocas veces tienen lugar entre países latinoamericanos, como lo será la producción conjunta de 150 millones de vacunas contra Covid-19, que se pretenden enviar a diferentes países de la región, y junto con ello el refrendo de un liderazgo de izquierda de norte a sur y de sur a norte de América Latina, que puede definir los trabajos multilaterales entre los países de la región en diversos ámbitos y el regreso del péndulo.
Puede resultar aventurado, pero si en el futuro llegara a ganar las elecciones presidenciales de Colombia Gustavo Petro, quien goza de una gran popularidad y simpatía incluso fuera de su país, el reforzamiento de este eje México-Argentina podría pasar por este país sudamericano. Pero eso lo sabremos en 2022.
