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De placeres y armonía

por | Dic 4, 2020

Las ocasiones en las que se abre una botella de vino suelen ser un poco peculiares, ya que no todos tienen la costumbre de consumirlo con regularidad como en Europa, allá el vino forma parte de una cultura acostumbrada al consumo diario debido a ser parte muy importante en la producción para abarcar la demanda no solo de un país, sino de todo el mundo. Y es justo en esos momentos especiales, o al menos un poco fuera de la rutina, que queremos que marquen una diferencia en nuestro ajetreado día a día, de ahí que pretendemos disfrutar de una botella de vino con la compañía correcta pero no siempre atinamos en buscar los alimentos que puedan acompañarlo de una manera en que podamos resaltar las cualidades de ambos. A esto se le conoce comúnmente como maridaje y su objetivo como ya mencionamos es la armonización de todo lo que compone en ese momento los alimentos y el vino.

Siempre que se busque hacer un buen maridaje, debemos tener previamente seleccionado un platillo para buscar el mejor vino que se adecúe a éste, o tener un vino ya en mente para poder jugar con las distintas opciones de platillos que le vayan mejor. Esto lo vamos a lograr siguiendo algunos pasos importantes, primero que nada, la intensidad en aromas y sabores en ambos casos debe ser lo más equilibrada posible, ya que no podemos emparejar un vino fresco y ligero con un platillo de mucha condimentación y sabores muy intensos ya que acabará por opacar al vino o por el contrario tener algún platillo muy sencillo de sabores sutiles acompañado de un vino tánico y robusto, con una carga aromática importante por varios años de crianza; así podemos dejar de lado que los vinos blancos van con pescados y los tintos con carnes rojas, pues un buen filete de atún sellado puede ir muy bien con algún pinot noir con un ligero paso por barrica o un merlot joven del nuevo mundo así como un jamón ibérico podría llevarse bien con un vino espumoso Cava español, todo depende que la intensidad de sabores y aromas se complementen entre sí y logren dar un resultado mucho más agradable y sorprendente que cuando probamos cada uno por separado.

También debemos tomar en cuenta que las combinaciones de aromas vayan de la mano, por ejemplo, con una ensalada de lechuga con queso de cabra, rodajas de pera y manzana y un poco de nuez puede llevarse bien con un chardonnay con un toque de madera, ya que fácilmente podríamos encontrar esas notas de manzanas y peras y la barrica puede aportar los aromas de frutos secos que en este caso iría dirigido a la nuez. Pero todo esto lo podremos experimentar siempre probando diferentes vinos con diferentes platillos y así descubrir qué cualidades resaltan más al momento de combinarlos.

De igual manera puede darse la ocasión que tengamos un menú completo o una selección de vinos que vayamos a maridar, para esto vamos a ver algunas reglas básicas que nos serán de utilidad para la buena elección tanto de un vino como de los alimentos, y esto siempre va de menos a más.

  • Vinos blancos antes que tintos. Esto debido a que los sabores en un vino tinto suelen tener más características a evaluar y por tanto pueden resultar más complejos.
  • Vinos jóvenes antes que vinos con crianza. Como ya mencionamos un vino con añejamiento en barrica va a evolucionar en aromas y sabores, estos van a ser más y se irán conjuntando para dar una mayor complejidad al vino y esto puede acompañar platillos más elaborados.
  • Vinos secos antes que dulces. Esto, para que las sensaciones en boca vayan in crescendo, que primero se puedan degustar vinos secos más frescos para comenzar a salivar y abrir el apetito y poder terminar con ese dulzor agradable que siempre deja un gran sabor de boca al final de una grata velada.

Por último, les recomiendo que prueben siempre diferentes vinos para que puedan tener un gran abanico de posibilidades al momento de maridarlo con su platillo favorito y podrán llevarse una gran e inesperada sorpresa.

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