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Sergio Ramírez, su novela, Ortega y el poder

por | Nov 29, 2021

El escritor presentó su libro en la FIL y habló del caudillismo del presidente de Nicaragua y la nula relación con la revolución

La figura de «caudillo» tomada por el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, no tiene nada que ver con la revolución sandinista, sino que es un discurso que el mandatario creó para hacerse de un «poder personal», afirmó en la FIL el escritor nicaragüense Sergio Ramírez.
«Ortega comienza a convertirse en caudillo cuando perdemos las elecciones de 1990 y las gana Violeta Chamorro (1990-1997), se queda solo y comienza a construir el poder a través de él, es un poder personal y que no tiene nada que ver con la revolución, la revolución ha muerto, olvidémoslo», señaló el narrador exiliado en Costa Rica.


Durante la presentación de su nueva novela, Tongolele no sabía bailar (Alfaguara, 2021) en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, el Premio Cervantes en 2017 señaló que el discurso revolucionario que Ortega sostuvo para ganar por tercera vez las elecciones presidenciales es obsoleto. Explicó que el presidente nicaragüense ha logrado «zurcir» los restos de la revolución sandinista de 1979 para erigirse como el caudillo, con un viejo discurso que no conecta con los electores más jóvenes, que son quienes apoyaron la revuelta que estalló en abril de 2018.
«Él comienza a revivir la revolución en la memoria con un viejo discurso» que «los jóvenes no entienden. El 70 % de la población tiene menos de 30 años de edad, muchos de los que debieron votar en estas elecciones nacieron en este siglo, de manera que el discurso de Ortega es lejanísimo», indicó.


Ramírez presentó un libro en el que, «sin ser una novela política», aborda el conflicto político social de su país en los últimos dos años y las protestas de 2018 que fueron reprimidas por el Gobierno. El escritor explicó que buscó sintetizar los acontecimientos ocurridos durante varios meses en Nicaragua en un relato que dura unos pocos días y en los que el protagonista, un ferviente creyente de la revolución, se presta a los más oscuros intereses del Gobierno.
«Esto es lo que diferencia la novela a un libro testimonial o de relatos periodísticos, la novela no tiene que respetar las cronologías exactas. Habla de los hechos tal como ocurrieron pero puede trastocarlos en el tiempo, de manera que la síntesis narrativa sirva para que el relato sea verdaderamente eficaz», argumentó.


El autor de Margarita, está linda la mar (Alfaguara, 1998) señaló que la literatura «no está llena de arrepentimientos, sino de osadías» y cuando decidió escribir este libro tenía la idea firme de no autocensurarse para dejar que fluyera la narración, pese a las consecuencias políticas que ha tenido después.

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