Dos son los momentos que más recordamos del astro de futbol argentino Diego Armando Maradona; curiosamente, ambos contra el equipo de Inglaterra en aquel partido mundialista del 22 de junio de 1986 que se disputó en México.
El primero, cuando Jorge Valdano parecía darle un pase al área chica a Maradona (en realidad fue error de un defensa inglés) y el argentino saltó para meter el balón con la mano a la portería de Peter Shilton.
El segundo, cuando antes de medio campo tomó Maradona el balón, quitándose con una gambeta a dos ingleses, para después correr hasta la portería contraria, burlar a dos futbolistas más y, finalmente, al portero, para sellar la magistral jugada que realizó solo, empujando la pelota con el pie. Sin duda, ese gol no lo metió Argentina, lo metió Maradona.
En la cotidianidad, el latinoamericano suele jugar a los dos Maradonas: uno el de la trampa y, el otro, el del esfuerzo difícil, arrebatado y, casi siempre, solitario, que en ocasiones termina siendo inútil, y pocas veces exitoso, pues Maradonas, sabemos, en Latinoamérica no se dan todos los días.
En América Latina el Maradona de la trampa se hace presente todos los días y a toda hora en el sistema de corrupción que prevalece en la política, los negocios y en la cotidianidad, cuando sobornamos a un policía para que no nos multe. Es una práctica sumamente arraigada. Ningún país de América Latina registra niveles bajos de corrupción o políticas anticorrupción recomendable. Si acaso, algunos como Uruguay o Chile tienen índices moderados de corrupción, y en algunos casos niveles preocupantes, como Costa Rica.
La gran mayoría de los países tiene niveles de corrupción altos o alarmantes, de acuerdo con el Indicador de Corrupción para América Latina Cesla. Y la situación podría venir peor en el futuro inmediato, se advierte en el informe The 2020, Capacity to Combat Corruption (CCC) Index.
“Covid-19 presenta desafíos sin precedentes en América Latina, incluyendo sus esfuerzos para combatir la corrupción. Todos los países de la región se han visto obligados a movilizar recursos masivos. Los gobiernos intentan hacerse de ventiladores, expandir sus capacidades e implementar estímulos financieros. En este ambiente de gastos de emergencia, controles relajados y trabajo remoto, el riesgo de aumentar la corrupción y la mala administración de fondos está presente”. En pocas palabras, el mundo de la trampa se incrementa en la región.
Del otro lado encontramos los Maradonas impetuosos, y que salen “adelante”, decía antes, haciendo las cosas casi siempre solos, porque así lo han decidido, porque no hay una cultura colaborativa, o porque el entorno no permite generar tantos Maradonas al mismo tiempo, y es uno el que tiene que tomar la bandera y hacerla de héroe como pueda y bajo circunstancias realmente difíciles.
Los vemos a nivel país. En esta etapa de pandemia, ¿cuántos gobiernos de la región hicieron un esfuerzo por trabajar de la mano con algún otro para unir esfuerzos contra la propagación del virus? Lo que vimos fueron acusaciones de uno a otro gobierno de contribuir a su contagio, como es el caso de Colombia y Venezuela, o buscando ganar el spot mediático diciendo que ellos sí lo hacían bien, como en el caso de El Salvador.
A nivel empresa sucede algo similar. Muchas destacan por haberlo intentado en solitario y buscando brillar incluso en otras tierras porque las propias no son propicias para destacar. Un caso es Duolingo, la aplicación de idiomas del guatemalteco Luis von Ahn. ¿Cuántos Maradonas de la tecnología se gestarán en Guatemala en el siguiente año, década o siglo?
El problema con los Maradonas de la trampa es que no tienen futuro. Ir haciendo trampa en la vida tiene sus repercusiones tarde o temprano. Es un laberinto, un juego de alto riesgo. Los otros Maradonas, los creativos, impulsivos e individualistas tienen el problema de los genios: los demás los entienden poco y no se dan muchos.
Pareciera que en América Latina estamos destinados al síndrome Maradona, a cargar con esta dualidad. El problema es que una y otra careta son artificios que dan ‘oxígeno’ para la sobrevivencia del actual estado de las cosas. En ambas opciones los que avanzan son unos cuantos, la gran mayoría se va quedando, como esos jugadores argentinos que en aquel partido contra los ingleses, hoy, poco se recuerdan.