Hace unos días se conmemoró el aniversario número 86 del Palacio de Bellas Artes, inaugurado entonces por el General Abelardo Rodríguez con un estilo de art nouveau se convirtió en una de las obras arquitectónicas más importantes y el símbolo infaltable de las postales de la ciudad capital. El coloso de mármol como la mayoría de los recintos culturales, continúa con medidas de salubridad y con actividades en plataforma virtual como parte del programa Contigo en la distancia.
Así desde su confinamiento y desde el nuestrose valora a la distancia la experiencia del imponente edificio blanco-anaranjado con el morado de las jacarandas que lo flanquean en temporadas de primavera, el monumento a Beethoven que lo mira desde un costado, sus murales, el maravilloso telón de acero construido con cristal traído directamente de la casa Tiffany de Nueva York con motivos de paisajes con nuestros volcanes por el Dr. Atl con un peso de más de dos toneladas y entretener la pupila encontrando curiosidades escultóricas ha sido uno de los pasatiempos de los visitantes de cualquier rincón del mundo que lo visita a lo largo de más de ocho décadas.
Ha sido el lugar de ceremonias donde se les da el último adiós a los artistas más reconocidos del medio y otros no tanto -quizá el más controversial el de Frida Kahlo con la bandera roja con la hoz y el martillo sobre el féretro lo que le costó la salida de la dirección del INBA al literato tabasqueño Andrés Iduarte Foucher que fue sustituido por el potosino Miguel Álvarez Acosta – manifestaciones públicas, protestas y anécdotas que han quedado en la historia del arte como parte de la imaginario nacional e incluso una que otra controversia de alguna pieza en exhibición.
El Palacio también ha visto pasar por sus escenarios a grandes personajes nacionales e internacionales como Igor Stravinsky, Carlos Chávez, María Callas, Giuseppe Di Stefano y tantos otros que serán motivos de otros artículos, personajes de la cultura que han otorgado y recibido homenajes a su trayectoria, funcionarios y colaboradores dignos de recordar y puestas en escena verdaderamente heroicas por las dificultades que acarrean proyectos de gran envergadura.
Mantener las puertas cerradas en tiempos de COVID-19 indudablemente nos obliga a abrir las ventanas para pensar en el futuro del funcionamiento de estos recintos cuya importancia está en aquello que conservan y en el esfuerzo que se requiere para retomar la actividad de la mejor manera. Considerar a los museos como espacios de memoria donde se forja una identidad cultural y se tienden puentes entre otras latitudes por medio de intercambios, es pensar en la adaptación a las nuevas necesidades para seguir prevaleciendo.
Aunque el Palacio de Bellas Artes se ha mantenido a la vanguardia con el uso de tecnologías como un sitio virtual eficiente, recorridos virtuales, opciones interactivas y contenido en redes sociales aún queda mucho por resolver al interior de éste y de frente a la nueva normalidad.
La mayoría de las ofertas culturales han emigrado a los espacios virtuales, pero la moneda de cambio no debiera ser de cantidad sino de calidad y el principal exponente de las bellas artes de México necesita trabajar en la del argumento más eficaz: El arte y la cultura no son artículos de lujo que se quedan en los últimos lugares, son una actividad vital y edificante que nos reconforta aun en los tiempos pandémicos.
En 2020 deseamos larga vida al arte, larga vida a los recintos que albergan las manifestaciones de la creatividad humana y por supuesto larga vida a la gente que pone el corazón en cada nuevo reto cultural, en tiempos donde se diluye fácilmente la buena voluntad.