Alexander Payne con su corrosivo sentido del humor dirige una cinta que se mete en las entrañas y en el corazón del espectador, teniendo como marco la blanca Navidad, este es el telón de Los que se quedan.
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Paul Hunham, un profesor huraño y de mirada desviada ha dado sus mejores años como docente de un prestigioso colegio, donde él también estudió; por azares del destino se ve obligado a permanecer en el campus durante las vacaciones de Navidad para velar por un puñado de estudiantes que no pudieron ir contra sus respectivas familias. En medio de la convivencia, Paul forja y, de algún modo, se ve reflejado en un estudiante problemático pero inteligente, sobre todo en la clase que imparte. A este cuadro se suma la jefa de cocina de la escuela, que acaba de perder un hijo en Vietnam.
Después de ‘Entre Copas’ (2004), Payne y Paul Giamatti vuelven a labrar un binomio de ensueño, la forma de contar el relato y de interpretarlo se convierten en la joya de la corona, además de unirse Dominic Sessa y Da’Vine Joy Randolph, quienes consiguen momentos emotivos y entrañables en la reunión de tres almas solitarias que hallan empatía, cofradía y cierto remanso. Los tres de una u otra forma hacen un viaje introspectivo y a algún otro periplo, en donde a todos, de diferentes formas, les regresa la humanidad, por decirlo de algún modo.
Apoyado en los defectos y virtudes de los personajes protagonistas, Alexander Payne consigue una cinta cálida, tierna y reconfortante sin caer en el maniqueísmo, el único pero es que hubiera llegado a cartelera un mes antes para potenciar las sensaciones navideñas que se vibran más a flor de piel, en muy poco tiempo se va a convertir en un referente no sólo navideño sino de una feel good movie en todo su esplendor. De lo mejor del año, sin duda alguna.
