¿Se puede hallar belleza en la desintegración? Este es uno de los puntos a desarrollar en la obra que Susana Alexander escogió para despedirse de su público, así es como se presenta en el teatro Rafael Solana, hasta el mes de junio, La velocidad del otoño.
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El tiempo es lo único que nos pertenece, pero de igual modo es aquel que no se puede detener y con el pasar del mismo se deriva en el deterioro del cuerpo, el cual puede convertirse en una prisión, esto es lo que ocurre con Alejandra, una mujer que está atrincherada en su departamento de Polanco, ante la amenaza de que dos de sus hijos quieren llevarla a una casa de retiro, en medio de esta situación ella amenaza con volar el inmueble con bombas molotov. Inesperadamente, en el árbol que se posa frente a su balcón, Carlos, el hijo menor y del que no ha sabido nada en veinte años, se asoma y le pide a su madre una hora para poder llegar a un acuerdo.
El texto de Eric Coble, traducido y adaptado por Guillermo Wiechers, sirve como una radiografía de los momentos que nos unen, pero también de los que nos separan y ayuda como un puente de comunicación entre padres e hijos, además de abogar por la empatía, el amor y el entendimiento.
Fernando Canek y Susana Alexander hacen un dúo explosivo, emotivo e hilarante, los diálogos y el repaso por algunos capítulos de vida de estos dos personajes crean conexiones con el público, pues se abordan temas universales y muchas veces llegamos a la conclusión de que nos parecemos a nuestros padres más de lo que creemos.
El árbol, el departamento, pero sobre todo las actuaciones hablan y transmiten al espectador llevándolo a la inefable. No se pierdan a Susana Alexander, quien después de 64 años dice adiós a las obras de teatro formales.
