Uno de los propósitos personales más comunes de año nuevo es incrementar la lectura, sea por un interés individual o debido a una intención culposa ante la crítica del bajo número de libros que el mexicano lee. Los últimos datos del INEGI andaban en los 3.4 libros anuales por el ciudadano promedio, así que no es tan difícil superar la línea media con un poco de autodisciplina y un mucho de entusiasmo.
El presidente Andrés Manuel López Obrador dio a conocer el pasado septiembre, en su segundo informe, un proyecto que se espera se desarrolle con bien en el transcurso de este año: “21 para el 21”, que consiste en una colección editorial del Fondo de Cultura Económica donde veintiún libros clásicos de la historia y literatura mexicanas serán publicados y entregados gratuitamente para celebrar los aniversarios de los 200 años de la consumación de la Independencia y los 500 años de la Conquista. Dentro de los títulos que se mencionaron entonces están: El Laberinto de la Soledad, de Octavio Paz; La región más transparente, de Carlos Fuentes; Los de abajo, de Mariano Azuela; Los ladrones de Río Frío, de Manuel Payno y Paseo de la Reforma, de Elena Poniatowska, entre otros títulos resultado de la elección de un comité presidido por el historiador Pedro Salmerón.
Quizá los lectores más experimentados cuestionen la elección de los títulos, encuentren algunos que no les simpaticen o piensen en otros que les hubiera gustado ver, aunque es verdad que en tierra literaria craquelada se agradecen 21 gotas de agua que esperemos se conviertan en litros de líquido vital para hidratar el árido suelo del mexicano, en el esfuerzo de seguir poniendo al alcance de la población libros gratuitos.
Una servidora cree que ningún libro es tiempo perdido. Incluso aquellos que no nos motivan o nos dejan un mal sabor pueden ser un aporte de ideas sueltas, enriquecimiento de vocabulario o, en el caso más extremo, si el libro termina detestándose, podemos conocer su contenido para una argumentación fundamentada sin caer en el semidopismo de quejarse de algo que no se conoce.
Aunque aún no hay una lista pública de los títulos, se sabe de algunos nombres ausentes de la selección, comenzando por Pedro Paramo, de Juan Rulfo y Cartucho, de Nellie Campobello, esto debido a que sus derechos no fueron cedidos. Estarán ausentes, asimismo, otros tantos autores que son imprescindibles para elaborar un retrato sabroso de la identidad mexicana, como José Revueltas, Francisco de la Maza, José Vasconcelos, Jorge Ibargüengoitia, Samuel Ramos, Alfonso Reyes, entre otros. Sin embargo, un divertido ejercicio para los amantes de las letras sería elaborar una lista de elección personal de esos “que uno se llevaría a una isla desierta”.
La oferta es vasta si la intención es legítima. El terreno virtual de descargas gratuitas, el intercambio, los libros de ocasión que han resurgido en comunidades de redes sociales, los recintos abiertos que poseen acervos especializados y, por supuesto, las iniciativas como el “21 para el 21” de poner al alcance libros de calidad, son buenos aliados para cumplir el propósito de incrementar la lectura sin morir en el intento cada vez que entramos a una librería y tenemos “microinfartos” por los altos precios en las novedades editoriales; pero esa es otra historia a la que regresaremos en próximas entregas.