La apresurada reapertura de recintos culturales no solo está siendo inoperable – tan solo unas horas después de la reapertura del Museo de Antropología e Historia, el Centro Nacional de las Artes cerraba nuevamente por el deceso de uno de sus empleados–, sino que también fomenta el riesgo de contagio (por mínimo que sea), pues aunque se apliquen medidas sanitarias pertinentes no deja de ser un lugar de congregación que contradice la principal medida lógica de «quedarse en casa» y salir únicamente en lo inevitable.
Los temas de cultura (si es que se pueden generalizar de esta manera) requieren pasos firmes que atiendan a la calidad, y no respuestas espontáneas que alarguen las filas de posteriores conflictos. Uno de estos temas que hay sobre la mesa son los daños a 2,340 edificios culturales, históricos, arqueológicos y artísticos que provocaron los sismos de septiembre de 2017 y febrero de 2018; se trata de bienes patrimoniales (Palacios de Gobierno municipales, museos, bibliotecas, teatros, y templos entre otros) que requieren de una estrategia sólida para su rescate.
La presión política y social por ver resultados inmediatos en la reconstrucción de estos sitios evidencia la falta de conocimiento de las etapas que representa un proceso tan complejo como este; de entrada, exige que la cantidad de dependencias a las que compete trabajen en conjunto, como el Programa Nacional de Reconstrucción de la Secretaría de Cultura a través de la Dirección General de Sitios y Monumentos del Patrimonio Cultural, la Coordinación Nacional de Monumentos Históricos y la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía del INAH.
Lo que debe considerarse es que un inmueble de valor histórico o artístico va más allá de simplemente levantar paredes y poner capas de pintura con brocha gorda; su restauración, rehabilitación, conservación, mantenimiento y prevención de desastres implica un conocimiento especializado en cada obra arquitectónica, además de los cerca de seis mil bienes que contienen, como pinturas murales, de caballete, esculturas, archivos parroquiales, entre otras. Además, es necesario enfrentarse al rescate de patrimonio que se encuentra en calidad de desamparo (en ocasiones ni siquiera se cuenta con un archivo o documentación de las obras).
En el caso de los templos, hace falta el trabajo en conjunto con la comunidad que vela por los intereses de su culto (y lo que esto implica), la contratación de especialistas de cada una de las áreas que dé abasto para la cantidad de demanda y, por supuesto, el freno rey: la falta de recursos.
Malas decisiones por apresurar o ahorrar han ocasionado casos de «destrucción artística», como el emblemático caso de la pintura Ecce homo del Santuario de Misericordia de Borja, en España, donde una aficionada en 2012 intervino y arruinó la obra provocando la explosión de las redes sociales con la burla y el descontento. Recientemente, otro lugar también de la Madre Patria ocupó los titulares con el intento de restauración de una escultura adosada a la fachada de un edificio oficial, y que evidentemente es una broma de mal gusto al ver el resultado.
La importancia de que, en materia de restauración, sean tomadas con claridad y sobre todo con el objetivo de ser rescatadas estas obras históricas invaluables, pues de lo contrario se podrían repetir episodios tan vergonzosos como los mencionados. Recordemos el propio caso mexicano del 2013, en el que hubo un daño al recubrimiento de la escultura de bronce El Caballito de Manuel Tolsá debido a que personal, evidentemente no calificado, utilizó ácidos para limpiar la pátina que se genera a través de los años y confiere a la obra su apariencia y evolución histórica, para luego en 2014 hacer otras intervenciones con un costo aproximado de un millón y medio de pesos.
La preservación oportuna de los bienes patrimoniales es tan importante como la trascendencia misma de la cultura que conlleva la responsabilidad de una reconstrucción profesional y adecuada para minimizar el riesgo de caer en manos de oportunistas, cuyos fines sean cualesquiera excepto rescatar las manifestaciones artísticas que dan rostro a nuestra identidad nacional.