Un mundo oculto. Cuentos de terror, demonios y fantasmas
Autor:Jorge Arturo Castillo
Con la pluma de la chilanga Elizabeth Ugalde Veloz (Ciudad de México, 1968) y las ilustraciones del famoso Jorge Aviña, quien ilustrara el Libro Vaquero y Memín Pinguín, entre muchos otros, el libro es una pequeña joya que nos sumerge en sus terroríficas historias por pasajes oscuros, ocultos, detrás del espejo. No deje de leerlo. (Fin de sumario)
Cuando uno conoce a las personas, en realidad nunca se imagina todo lo que hay en su cabeza, cómo son sus pensamientos y principales inquietudes. Quien esto escribe conoció a la autora de estos cuentos de terror en la adolescencia, justo en la edad cuando uno entra a la secundaria, y después de tantos años de conocimiento mutuo, no sabía que a ella le agradaban este tipo de historias.
Yo soy comunicólogo de formación, y desde antes de salir de la universidad, he sido periodista y editor de medios. Con el tiempo, también me convertí en editor de libros, pero no como éste que usted tiene en sus manos, estimado lector, sino de esos que son más aburridos, que hablan de negocios, y a veces, de conceptos que nadie entiende.
Cuando Elizabeth me habló de que tenía una serie de cuentos y que la había enviado a un concurso para su edición e impresión, me interesé en él, ella me lo compartió, y luego de varias pláticas, llegamos al acuerdo de que se lo editaría.
No niego que tuve mis dudas, pues como dije antes, no soy editor de literatura, sino más bien de lenguaje periodístico, que, aunque usted no lo crea, trabaja más con la realidad; de hecho, esa es la delgada línea entre las historias de un periodista y un escritor: el primero trabaja con pedazos de la realidad que va juntando, mientras que el novelista se basa solo en la fantasía y la imaginación.
A diferencia de Elizabeth, a mí las historias de terror no me gustan tanto. De niño, en mi casa también se contaban historias de fantasmas, de esas de aparecidos, pero cuando yo escuchaba que alguien tocaba esos temas, mejor ponía pies en polvorosa.
Sin embargo, debo reconocer que la primera experiencia que tuve con fenómenos extraños lo tuve en un momento trágico en mi vida: la muerte de mi madre (QEPD) cuando yo recién había cumplido los 14 años. Mis papás y mi hermana menor habían ido a la boda de un amigo de mi padre a la Ciudad de Morelia, Michoacán, a unas cuatro horas de la Ciudad de México. Se habían ido el viernes y regresarían el domingo por la tarde. Yo no había ido porque tenía que hacer una tarea escolar de secundaria, esa en la que ponen a uno a recolectar insectos para después construir un insectario. El domingo 24 de enero por la tarde yo estaba particularmente inquieto y miraba a la ventana a cada rato, para ver si ya llegaban, pero las horas pasaban y nada. Recuerdo que a eso de las 20:00 horas las ventanas de la casa se abrieron por un ventarrón muy fuerte que me espantó y que recorrió todo el lugar. Cerré ventanas, cortinas, pero mi angustia creció. Con las horas me enteré de que mis padres, de regreso de su viaje, habían tenido un accidente en la carretera, el auto en el que viajaban se había volteado y mi madre había muerto ahí, al instante, justo a la hora en que ocurrió aquel viento fuerte e inusual. Cuando lo conté, los familiares me dijeron que era mi madre que había ido a despedirse de mí. Aún hoy me causa escalofríos.
Otra historia que particularmente me afectó cuando la escuché, tanto que ahora aún la evocó, es que un día mis tíos, hermanos de mi madre, jugaban dominó en el patio de la casa con unos amigos, y de pronto, uno de ellos les preguntó que dónde estaba el sanitario. Mis tíos le dijeron que fuera a la parte de atrás de la casa, después del patio y los lavaderos, donde había un baño para visitas. El amigo
se fue a hacer lo propio, pero tardó mucho y la partida se demoraba, hasta que de pronto regresó, y luego de los reclamos por la tardanza, él comentó: “Qué agradable es tu hermano, estuvimos platicando”. Mis tíos se miraron unos a otros y le respondieron que cuál hermano, si todos esta- ban ahí en la mesa, fueron a buscar a la persona en cuestión y nunca encontraron a nadie. Por la descripción que dieron, todos indican que se trató de mi abuelo materno, quien había fallecido poco tiempo antes…
La verdad es que yo siempre fui escéptico y nunca vi ni escuché nada en aquella vieja casa del centro de la Ciudad de México donde nací y crecí, excepto una vez que me des- velé por hacer una tarea de la universidad. Enfrente de mí quedaba el apagador del estudio y a eso de las 03:00 horas -juro que yo no sabía todas las connotaciones fantasmagóricas que tiene justo esa hora- vi clarito cómo se apagaba la luz del cuarto dejándome completamente a oscuras. Me armé de valor y corrí a encender el apagador, y en ese momento, me fui a dormir a mi recámara y a olvidar el asunto. Ese fue mi contacto más extremo con cosas extrañas.
Mi hermana menor, Claudia, sí es gran aficionada a las historias de terror y, de hecho, es quien heredó de la familia esa habilidad extraña para observar y escuchar cosas que nadie más ve u oye. También, los sueños eran fuente de gran inspiración para ella, y, por tanto, esas historias llena- ban la casa. Siempre estaba al pendiente de las películas de terror y no se perdía el programa de radio La mano peluda. Hace poco mi hermana, quien hoy vive en la que fuera casa de mi padre (QEPD), me relató que con frecuencia escucha los pasos de mi papá al andar por la casa y que incluso lo ha visto más de una vez, al menos su sombra. Mi sobrina Yolanda, su hija, lo corrobora casi siempre. Yo, como no sé qué decirle, solo la escucho, callo y miro con asombro.
También, tengo un amigo de la época de la preparatoria, Lorenzo, cuyos hermanos se mudaron hace muchos años a Ticumán, un pequeño poblado del estado de Morelos, cerca de Cuernavaca, la llamada Ciudad de la Eterna Primavera. Su hermana Concepción, Concha para la mayoría, cuenta que, en su casa, y en la de la mayoría del pueblo, se han descubierto restos de civilizaciones antiguas. De hecho, una vez en pleno patio encontraron un cráneo humano atravesado por una lanza… Pues en esa casa, un día que la familia de mi amigo veía televisión quitada de la pena, vieron pasar a varias personas de aspecto indígena que, así como entraron, salieron. Todo mundo calló, pero todos murieron de miedo. Y esa es solo una de las muchas historias que relatan.
Otro gran amigo de toda la vida, Luis Guillermo Santana, en un velorio de una persona querida se le ocurrió contarme, sin saber los efectos que tendría en mí, que una vez él había visto a una niña fantasma. Así es. En su viejo departamento de la Colonia Roma un día en la noche despertó con ganas de ir al baño, se levantó y fue a hacer lo propio. Al momento de lavarse las manos vio por el espejo cómo una niña transparente entró al baño, lo miró, salió y desapareció en la nada. Relata que después de esa experiencia él no pudo dormir durante mucho tiempo…
Al leer los cuentos de Elizabeth constaté que hay mundos paralelos a nuestra realidad cotidiana, y, de hecho, los viven todos los días quienes creen fervientemente en fantasmas, seres sobrenaturales y fenómenos paranormales.
Sus historias de terror en verdad mantienen al lector en vilo. Unas dan más miedo que otras, no lo niego, pero el resquicio, la duda, el temor, el ansia por saber qué ocurrirá o cómo terminará el relato siempre está ahí.
Me congratulo por tener a Elizabeth de amiga de toda la vida, aunque pasaron muchos años para ganarme su confianza. Me da gusto haber participado en este proyecto, haber podido editar sus historias, y al final, que este libro esté en sus manos, estimado lector.
Mención aparte merece haber logrado la participación del gran ilustrador Jorge Aviña, conocido en el mundo entero por la calidad de sus trabajos, en particular por haber dibujado el Libro Vaquero y Memín Pinguín, entre otros muchos clásicos. A él en especial, muchas gracias.
Para concluir, solo me resta decir que hago votos para que la obra se lea como merece y que las historias que leerás en este libro te atrapen, no te dejen dormir durante varios días y te sumerjas en ellas hasta el fondo, pero de favor, al final, no olvides exorcizar a todos tus fantasmas y demonios. Que tengas una muy terrorífica lectura estimado lector.
*Este texto es el Prólogo del libro Un mundo oculto. Cuentos de terror, demonios y fantasmas, de Elizabeth Ugalde Veloz, publicado en Amazon en tapa blanda y formato digital.
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