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- Los tipos de violencia digital frecuentes son el acoso sexual digital, el ofrecimiento de servicios sexuales no autorizados y la difusión de material sexual sin consentimiento
- “Necesario un equilibrio entre buenas prácticas digitales y herramientas tecnológicas más seguras”: especialista
La violencia digital es una de las formas de agresión contra las mujeres que ha ido en aumento, se presenta en el espacio virtual, particularmente Internet y las redes sociales digitales, un entorno que no siempre es considerado como un espacio donde “se habita”, pero que es atravesado por las estructuras sociales, usos de poder y normas de género.
Para la Universidad del Claustro de Sor Juana (UCSJ), cada año, el #8M convoca a diversas reflexiones necesarias para garantizar una vida libre de violencia para mujeres y niñas y seguir en la lucha de espacios cada vez más seguros y equitativos.
Al respecto, la doctora Irene Soria Guzmán, coordinadora del Programa de Género e Igualdad de la UCSJ, destacó que, según el reciente informe del Avance en el Aprendizaje y la Innovación en Normas de Género (ALIGN, por sus siglas en inglés), sobre la violencia sexual digital contra las mujeres en México: “el 37.1% de las personas encuestadas, han sido víctimas de violencia sexual digital (33.9% de las mujeres participantes y 8.33% de los hombres), mientras que el 59.1% dijo que conocía a alguna persona que ha sido víctima”.
De acuerdo con datos del ALIGN, plataforma digital desarrollada y coordinada a nivel global por el Overseas Development Institute (ODI), el tipo de violencia digital que se declaró con más frecuencia fue el acoso sexual digital (26.9%), seguido del ofrecimiento de servicios sexuales no autorizados (19.8%) y la difusión de material sexual sin consentimiento (16.2%).
Sobre lo anterior, la doctora Soria Guzmán destacó que, pese a que la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia reconoce la violencia digital como un delito, es importante conocer la naturaleza del fenómeno y recalcar que las redes sociales digitales son un espacio que se habita y no solo una herramienta de comunicación y consumo, por lo que las interacciones en ellas están permeadas por las prácticas, ideas, poderes y conductas normalizadas que existen en el mundo “físico”.
“De tal suerte que las violencias que hemos sufrido las mujeres y disidencias sexuales, las discriminaciones y sesgos por edad, raza o género, propios de un mundo desigual, capitalista y patriarcal, se replican e incluso se potencializan en las redes sociales digitales”, aseveró.
Esto se debe —explicó—, en gran medida, a la velocidad con la que se comparten los contenidos y la imposibilidad de tener un conocimiento pleno sobre el funcionamiento de estos servicios que son ofrecidos por empresas privadas (Meta es la empresa dueña de Whatsapp, Instagram y Facebook), que cuentan con sus propios términos y condiciones, que no siempre están a favor de los derechos de las personas usuarias y que fluctúan según los intereses políticos y económicos de dichos corporativos.
Irene Soria expuso que ya, desde hace algunos años, varias ONG, activistas y defensoras, han instado a empresas, gobiernos y sociedad civil, a poner especial atención a los efectos y consecuencias que este tipo de violencia tiene en la vida de las mujeres y las niñas.
Detalló que algunas activistas y ciberfeministas han puesto sobre la mesa, desde hace ya algunos años, la consigna de que “lo virtual es real”, es decir, que lo que sucede en Internet y específicamente en las redes de interacción social digital, también tienen consecuencias en el mundo físico, se siente en el cuerpo y pueden causar cuadros de ansiedad, depresión, pánico y en algunos casos, hasta la migración de personas y familias debido al acoso que sufren por estos medios, y en casos extremos, el suicidio de las víctimas.
“Afortunadamente, no todo está perdido. Existen ya algunas propuestas de diversas organizaciones para hacer frente a la violencia digital. Algunas de ellas afirman que, para navegar segura en línea, es necesario un equilibrio entre buenas prácticas digitales y herramientas tecnológicas más seguras”, compartió.
Organizaciones como luchadoras.mx, cultivandogeneroac.org, sursiendo.org y https://acoso.online/, apuestan por los cuidados digitales, tanto individuales como colectivos, que van desde tener una red de apoyo con amigas y familiares, revisar la configuración del perfil de las redes y ser conscientes de lo que se publica, no publicar ubicaciones ni datos personales, limitar etiquetados sin autorización, no subir a redes ni compartir fotos sin autorización previa y no publicar fotos de infantes, hasta revisar la política de datos de las aplicaciones y no instalar las que sean de dudosa procedencia o que no se sepa quién las realiza.
“Aprovechemos este 8M para cambiar el discurso y que no se trate solo de protegernos, de cuidarnos o de estar siempre defendiéndonos en un espacio que también es nuestro.
Sigamos fomentando la consciencia de género en toda la sociedad, responsabilizando tanto a las empresas como a los agresores, y buscando mecanismos para la reparación de daños desde un enfoque antipunitivo”, propuso.
Pero, sobre todo —prosiguió—, poder hacer uso del enfoque hackfeminista, empoderando a mujeres y niñas en el uso de tecnologías digitales y análogas, no desde el miedo o las limitaciones, sino desde el goce y el juego, compartiendo y fomentando habilidades técnicas y una manera más lúdica de entender y hacer la tecnología.
Por lo que planteó comenzar quizá con una educación tecnológica en la infancia, vinculada con el aprendizaje de programación y funcionamiento de las máquinas y no limitada al uso de una herramienta.
“A la larga, el objetivo es dejar de ser ‘usuarias’ y ‘victimas’, para convertirnos en ‘hacedoras de tecnología’ con conocimientos más especializados que nos permitan fortalecernos dentro del entorno virtual, apropiándonos de Internet y construir un territorio más amable, más seguro y, sobre todo, más libre”, puntualizó la doctora Soria.

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