El inicio del Siglo XX significaría una evolución en el pensamiento humano, pues seguíamos el paso a la modernidad que desde la invención de la imprenta y el desarrollo tecnológico de la revolución industrial nos habían prometido para llegar a un futuro próspero. Nos preparábamos para disfrutar ese futuro anhelado donde el ser humano pudiera desarrollar todas sus capacidades y disfrutar por primera vez en la historia una vida plena. Significaría un proceso de aprendizaje y evolución social que, en teoría, nos tendría que llevar a un futuro mejor.
Sin embargo, todo eso se volvía una promesa que no se podría cumplir, pues los adelantos científicos y la evolución de la tecnología servían, entre otras cosas, no para el beneficio de la humanidad, sino para el aniquilamiento de esta. Lo aprendido después de la Segunda Guerra Mundial nos dejaba con secuelas y preguntas sobre nuestro porvenir. Una época de transformaciones nos esperaba pues lo prometido se disolvía rápidamente, lo esperado nunca llegaría y lo deseado simplemente se volvía un espejismo.
Manifestaciones sociales en todo el mundo, marchas por los derechos civiles, reconocimiento de minorías históricamente ignoradas, eran en muchos casos las banderas que izaban la protesta social y la participación sobre todo juvenil. Dentro de este escenario, la música también se volvía contestataria, rebelde y sinónimo en algunos casos de revolución. Los 60s marcarían una fuerte tendencia hacia el reconocimiento de la persona en su individualidad y el rock encajaría perfecto pues no sólo era un género que rompía con los esquemas antiguos, sino que mostraba ese desencanto por no querer ser igual que lo anterior.
Grupos invadían el pensamiento juvenil y las letras de las canciones llegaban para impregnarse en la mente de los adolescentes quienes ya no pertenecían al statu quo, sino que buscaban algo más allá, algo que los distinguiera y reconociera como personas distintas a sus padres, al sistema político imperante que simplemente ya no encajaba con ellos.
Bajo esta premisa, el rock emergía para acompañar a las revoluciones sociales y volverse la voz de una generación que buscaba el cambio en todos los sentidos. Si el Blues era un género que le había dado voz a una raza negra siempre maltrecha, el rock englobaba los desaires tortuosos de personas que no estaban a gusto con la forma en la que se manejaba la política.
La música siempre ha sido y seguirá siendo un detonante revolucionario, pues siempre habrá jóvenes dispuestos a enfrentar al sistema que no funciona, llámese el gobierno, los partidos, la economía y hasta los padres, y junto a ellos, habrá una banda o una canción que marcará la pauta para hacer el cambio que nos lleve, de una vez, a ese futuro deseado.
