La liberación del General Salvador Cienfuegos la semana pasada significó en definitiva un después en la lucha contra la corrupción emprendida por este gobierno, pues se demostró una vez más que la impunidad sigue presente. Las declaraciones del canciller Marcelo Ebrard en noviembre pasado definiendo como “suicidio” político no ejercer acción penal en contra del militar hoy cobran un nuevo significado, ya que se demuestra que hay instituciones y personas por encima de cualquier acción penal.
Hoy Salvador Cienfuegos se ha convertido en un mártir de la 4T, pues el mismo presidente ha salido, como en muchos casos anteriores, a defenderlo ante las acusaciones de la DEA, llegando incluso a mencionar que el organismo estadounidense fabricó pruebas y delitos, lo que podría generar un conflicto internacional, sobre todo ante la llegada del nuevo presidente a la Casa Blanca y el despecho que AMLO ha hecho con su elección.
El efecto va más allá de la disputa internacional entre los gobiernos mexicanos y estadounidense. A nivel interno, por mencionar uno, el caso Ayotzinapa se derrumba cual mazapán, pues uno de los principales indiciados de la desaparición de los 43 queda sin cargo alguno de cualquier delito que se le pudiera acusar. Vale la pena mencionar si hoy, quienes anteriormente reclamaban un crimen de estado, seguirán haciendo valer esa carta para exigir al gobierno actual acciones contundentes para resolver este caso.
Estamos en año electoral y sin lugar a duda el tema Cienfuegos saldrá a relucir en las campañas federales atribuyendo la falta de resultados y la opacidad en temas de justicia al gobierno en turno, el cual no se cansa de mencionar que la lucha contra la corrupción es un pilar fuerte de esta administración. No obstante la mala reputación que significó la liberación del general para la administración obradorista, la oposición no ha sabido capitalizar del todo este error que bien podría ser mortal, pues por un lado el PRI y el PAN tienen un historial poco confiable y las demás fuerzas políticas son tan pequeñas que no podrán capitalizar el descontento social.
Lo que sí queda claro es que Salvador Cienfuegos es el máximo ganador de todo este asunto, pues no sólo no va a pisar la cárcel, sino que además no será juzgado en Estados Unidos pues cuenta con el aval presidencial; se olvidarán las atrocidades cometidas por las que se le acusa y hoy tendrá el respaldo ciudadano de quienes siguen siendo fieles seguidores de López Obrador, pues si él ya dio el visto bueno, no queda de otra más que acatar la instrucción y perdonar a quien en otras ocasiones se ha acusado de crímenes de lesa humanidad.
Sí, el efecto Cienfuegos apenas está visualizándose. El gobierno de López Obrador tiene mucho camino que recorrer, pues enfrenta en primera instancia al presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden, quien no creo vea con buenos ojos al tabasqueño después de las declaraciones que ha hecho a favor de Trump. Esto apenas es la punta del iceberg, en las siguientes semanas vislumbraremos los resultados definitivos de una acción de este tipo mucho más allá de las fronteras. Dejemos que el tiempo hable.
