Hace unos días, Alejandra Palacios Prieto, comisionada presidenta de la Comisión Federal de Competencia Económica, dijo que “Este país está lleno de muchos mini monopolios de los cuales no hablamos, pero que nos generan lastres enormes del crecimiento económico”. Tiene toda la razón.
Más allá de que Cofece haga su labor en el combate a dichos mini monopolios, la falta de competencia en este país se debe entre muchos otros, a un factor cultural, es decir, al mexicano no le gusta competir, tan simple como eso.
Desde que somos niños, y salimos buenos para el fútbol, un video juego o incluso un juego de mesa, cuantas veces los papás no le piden al niño que “le de chance” a su hermanito, que lo deje ganar de vez en cuando. Ahí empieza culturalmente nuestro problema, existe más una cultura hacia el subsidio que hacia la libre y sana competencia.
Desde la perspectiva de la Competencia Económica, y no desde otra óptica, como lo es la social, por ejemplo, los subsidios hacen daño pues desincentivan la competencia.
En el campo mexicano, el productor ineficiente sabe que no será expulsado del mercado (como debería ser naturalmente), dado que recibirá un subsidio del gobierno para poder subsistir. Esto conlleva a que el campesino no centrará sus esfuerzos en ser mejor, en ser eficiente (es decir, en competir mejor), sino que se abocará en recibir ese subsidio a su propia ineficiencia.
Cuantos mexicanos al poner un negocio, en lugar de centrarse en cumplir con todos los requisitos regulatorios, prefieren brincarse eso y dar una “mordida”, o buscar quien tenga algún “contacto” que le ayude a sortear lo anterior. Cumplir con los requerimientos lisa y llanamente sería una señal de que ese nuevo negocio cumple con lo mínimo aceptable para operar, asegurando al menos en el papel, la provisión de un servicio, o producto, con los mínimos estándares de calidad. Al irnos por el atajo, estamos nuevamente, siendo ineficientes, haciendo trampa.
Como estos, hay miles de ejemplos en el día a día de nuestro querido pero poco competitivo país. Si crecemos en este ambiente y con estos ejemplos, no es de extrañarse que el niño de escuela copie en el examen, en lugar de competir estudiando. Del mismo modo, no es de extrañarse que ese niño cuando años después sea un empresario, se haga de un monopolio, excluyendo a su competencia haciendo trampa, es decir, abusando de ser un monopolio, en lugar de siendo mejor que los demás compitiendo mejor.
Por todo esto, es importante apoyar la gran labor que hace la Cofece, pero siempre será necesario también empezar desde casa, enseñándole a nuestros niños a no hacer trampa y competir para ser mejores.
