Este 1 de septiembre López Obrador rinde su segundo informe de gobierno. Para ello ha implementado una campaña de spots. En uno de ellos, publicado el pasado fin de semana, habla de las dos crisis que enfrenta, la sanitaria y la económica, y afirma: «no es para presumir, pero en el peor momento se cuenta con el mejor gobierno.» Y en otro spot, publicado el 26 de agosto, afirma que el 70% de los mexicanos está de acuerdo con la transformación.
No se puede negar que el presidente tiene carisma, de otro modo no se entenderían las encuestas. En casi todas aparece con el respaldo de la mayoría. Si bien no son los setentas por ciento que llegó a tener, sus números no son malos.
Existen tres temas en los que le gobierno no ha podido dar buenos resultados: la pandemia, la crisis económica y la inseguridad. Nos aproximamos a los 70 mil muertos por Covid19 y somos uno de los cinco países con más muertes a nivel mundial por esta causa; bajo ningún aspecto podría considerarse un éxito, como ha dicho el presidente. Sobre la crisis económica, el secretario de Hacienda, Arturo Herrera, advirtió que 2021 va a ser peor de lo que ha sido 2020. Y en cuestión de inseguridad, aunque en sus spots el presidente afirma que su estrategia es exitosa y que el crimen ya no gobierna, la verdad es muy diferente y el número de homicidios dolosos es mucho mayor que en los peores momentos de Calderón y Peña. Las encuestas más serias reportan que la mayoría de los mexicanos no aprueba la gestión del gobierno en estos tres temas.
O sea, el presidente está reprobado en salud, economía e inseguridad, pero su persona está aprobada y conserva un mayoritario respaldo popular. Parece que nada le afecta, que es inmune a la crítica y a los errores. Ni siquiera los videos de su hermano Pío recibiendo dinero se tradujeron en un descenso de su popularidad. Es más, el día 30 de agosto el diario El País publicó una encuesta según la cual casi el 65% de los mexicanos cree que las políticas de López Obrador reducen la corrupción. Cualquier otro gobierno estaría en el suelo por mucho menos, pero no el de AMLO. Y esto no puede ser producto de otra cosa que no sea, por un lado, su carisma y liderazgo personalísimos, y, por otro lado, la persistente animadversión –yo diría náusea– que la inmensa mayoría de los mexicanos siente hacia Peña, Calderón y Fox.
En cuanto a la afirmación del presidente en el sentido de que el 70% de los mexicanos respalda la transformación, hay que hacer un matiz: es verdad que ese porcentaje apoya una transformación, no necesariamente la de AMLO. Quizá por eso se cuidó de decir en el spot que el 70% de los mexicanos “está de acuerdo con la transformación”, sin usar el término “cuarta transformación”. Ese porcentaje de mexicanos, incluso más, está consciente de que el país tenía que cambiar, que no podía seguir el mismo derrotero, lo cual se traduce en que ese porcentaje no desearía que volviéramos a lo que tuvimos: la inmensa mayoría de la gente no quiere más peñas, calderones ni foxes, cualquier cosa menos eso; cualquier cosa, incluso este gobierno, que no es, como dice el presidente, “el mejor gobierno en el peor momento.”
