Hay un chiste de humor negro y dominio popular, que florea el lenguaje del mexicano en un intento de segmentar ordenadamente una idea: «vámonos por partes, como dijo Jack el destripador».
Jack de Ripper que ha sido traducido como Jack el destripador o el descuartizador, es uno de los asesinos seriales (pese a que el termino no se acuñó hasta 1930) más hipnóticos desde hace más de un siglo. El velo del misterio que cubre la leyenda de su recuerdo, ha nutrido el imaginario cultural con cine, literatura, música y un sinfín de estudios en su honor. Trascendiendo hasta los estudios de criminología y criminalística de este siglo con la esperanza de descifrar la identidad del hombre que aterrorizo una época y continúa fascinando a generaciones enteras, aplicando las técnicas contemporáneas.
El 31 de agosto, se conmemora el día que se halló sin vida a su primera víctima en las sórdidas calles del Londres victoriano de 1888.
Hoy en día Jack no solo sería un aberrante feminicida, también es el resultado de la mitificación de una prensa inescrupulosa que fingió recibir sus notas para disparar las ventas de los diarios, la misma que lo “bautiza” como Jack de Ripper y que contribuye a construir una idea romantizada por haberse salido con la suya.
Traer a cuenta a Jack, es rastrear antecedentes de lo que hoy se discute sobre la mesa y en el circuito periodístico, que contribuye a las estrategias en la lucha por la erradicación de la violencia de genero actual. Después de todo conocemos la historia y las imágenes (ya trascendidas y divulgadas) de las fotografías de las mujeres asesinadas casi como un detalle a la sombra de la estatura de su perpetrador. En México el tratamiento y divulgación de imágenes de este tipo, que hasta entonces pululaban entre la luz y la oscuridad de la propagación, tuvo un freno en el 2020, a partir de las fotografías que se fugaron en dimensiones masivas del lugar de los hechos en el terrible caso de asesinato y descuartizamiento de Ingrid Escamilla a manos de su pareja. Esta exposición gráfica movió los hilos sensibles adecuados para impulsar la Ley Ingrid que penaliza con cárcel por difundir imágenes de víctimas de delitos en CDMX.