El jueves 19 de septiembre se anunciaba que México llegaba a los 100 mil muertos por Covid-19, una cifra muy lejos de los 6 mil proyectados y los 60 mil de la catástrofe que el propio subsecretario de salud, Hugo López-Gatell, había mencionado meses atrás. 100 mil muertos oficiales aun cuando cifras extraoficiales señalan más de 250 mil, en algunos casos.
Este escenario parece no hacer merma alguna en el subsecretario el cual se siente cada vez más confiado y respaldado por el Presidente quien en más de una ocasión le ha dado la mano para seguir con la estrategia que, según ellos, ha funcionado de maravilla. Y ante este apoyo, lo único que le toca a Hugo López-Gatell es seguir con la pantomima de una normalidad alejada de la realidad. La puesta en escena de un simulacro anunciado está en marcha y ninguna cifra por muy alarmante que sea será suficiente para aceptar que algo muy malo está pasando en el país.
El problema más grave no son los 100 mil muertos, sino su desprecio hacia ello, como bien lo afirmó el mismo López-Gatell el 19 de noviembre al mencionar el suceso como “una cantidad inusual” más no como algo trágico, evidenciando que, sin importar los contagios y los decesos, seguirán sin aceptar que la realidad los ha rebasado y su escenario ideal es hoy una ilusión. Del mismo modo recriminó a medios de comunicación el hacer de la pandemia un “mecanismo de confrontación” al sentirse incómodo por los resultados obtenidos y ubicar a México entre los primeros lugares del mundo en defunciones.
Esos 100 mil muertos se han convertido hoy en un lastre que ni el subsecretario ni el Presidente están dispuestos a aceptar pues ello significaría, de una vez por todas, una derrota a todas luces sobre la estrategia, y algo que nos ha enseñado la 4T es que todos los caminos marcados desde la Presidencia son y serán por siempre, los correctos, muy a pesar de los resultados negativos que esto conlleve.
El discurso barato ante la realidad atormentadora. El desconocimiento de las cifras ante las estadísticas evidentes. El desdén hacia los muertos siempre bajo el pretexto de una oposición que lo único que busca es hacer quedar mal al gobierno. Una política donde importa más la imagen presidencial que 100 muertos oficiales y un millón de contagiados. Sin embargo, esto sigue sin generar mucho ruido en las altas esferas de Palacio Nacional, pues son cifras, estadísticas vistas desde arriba como simples números; pero abajo la desgracia es más que evidente: 100 mil historias trágicas, 100 mil derrotas consecutivas para un sistema de salud el cual aspira a ser como el de los países nórdicos y hoy por lo menos está a años luz de lograrlo.
Hoy vivimos una calamidad tanto en la estrategia como en la cobertura de salud, y por supuesto estamos muy lejos de rectificar el camino. Esas 100 muertes hoy no significan una tragedia sino una molestia la cual el gobierno quisiera desaparecer, no mediante una ayuda eficaz y contundente, sino por medio de la invisibilización del problema.
