La discusión acerca de la sobre representación en la cámara baja nos ha llevado a plantearnos algunas cuestiones con respecto al futuro de las políticas públicas y organismos autónomos que en varias ocasiones ha llevado el presidente a mencionarlas en las mañaneras. De la misma forma nos vamos dando cuenta que el rumbo del país puede significar cederle todo el poder a un solo hombre al no tener contrapesos reales que eviten que por caprichos o meras ocurrencias se ejecuten proyectos cuya viabilidad se ha visto en varias ocasiones cuestionada.

Empecemos por el principio. MORENA y sus partidos satélite buscan mantener una mayoría que les permita seguir aprobando leyes y decretos presidenciales sin modificar ni una coma, como se ha venido haciendo e intentado ejecutar con asuntos como la ley de hidrocarburos o la ampliación de mandato de Arturo Saldivar. Que MORENA le haga caso ciego al presidente es algo más que obvio, pues gracias a él muchos de los legisladores hoy gozan de un puesto que seguramente no hubieran ganado por cuenta propia, por lo tanto, es deber de militante y hasta obligación “patriótica, obedecer ciegamente todo lo que mande el ejecutivo. De los partidos satélite tampoco es sorpresa. Su objetivo es mantener el registro para seguir gozando las mieles que el presupuesto ofrece; lo único que tendrán que dar a cambio es toda su lealtad y dignidad, algo que para estas alturas ya ni les preocupa ni les importa.

Existen dos escenarios posibles y ambos son terribles para el país. El primero es que efectivamente MORENA obtenga la mayoría con sus partidos aliados y continúen con el proceso que han venido desarrollando los últimos años. ¿Por qué es malo? Porque darle el poder a un solo hombre quien desde el inicio de su mandato ha demostrado claros síntomas de autoritarismo, maquiavelismo y narcisismo, nos puede llevar a un error del que tardaríamos años en sobreponernos. Que MORENA y el presidente conserven esa mayoría aplastante significaría la continuación de programas que no benefician a nadie y sólo mantienen una clientela popular. Pero más allá de eso, pondría en jaque a instituciones autónomas como el INE, el INAI, Cofece, entre otros, y el completo control de ellos por parte del ejecutivo. Se pondría en la mesa la posibilidad, sino de reelección, sí de una ampliación de mandato hacia el presidente con lo cual muchos legisladores estarían más que contentos. No es casualidad que Salgado Macedonio haya amenazado abiertamente al INE y haya declarado que será la última elección que organicen. Así de grave es cederle el control a un partido que simplemente sigue sin estar a gusto con las reglas que los llevaron al poder.

El otro escenario, el de no conservar la mayoría, también implicaría una desestabilización social, ¿Por qué? Porque López Obrador ha construido su carrera política a través de la denuncia, de declararse eternamente víctima del fraude electoral, y, por lo tanto, de crear un discurso incendiario que provoca la ira de sus millones de fanáticos. El fantasma de la derrota anunciada ha puesto la alarma en el presidente quien desde hace más de dos meses se ha enfrascado en convertirse en un mártir, pues seguramente ha vislumbrado que no conservará esa mayoría deseada y ya prepara la arenga para movilizar a sus huestes y ahora sí, declarar que esos organismos autónomos no sirven y hay que desaparecerlos de una ve por todas. Este escenario nos llevaría a una confrontación social más profunda que la que estamos viviendo, pues sin pensar ni cuestionar nada, los simpatizantes del presidente declararían abiertamente que existió otra vez fraude del INE y la mafia en el poder y por lo tanto hay que salir a las calles y exigir la destrucción de estos organismos autónomos.

México se enfrenta no sólo a las elecciones más grandes e importantes de su historia, sino también a las más peligrosas, pues sea cual sea el resultado, la polarización política y social no puede llevar a enfrascarnos en peleas y discusiones que, por el bien de todos, debemos evitar. La moneda está echada, sólo nos queda esperar al lunes después de las elecciones y leer las declaraciones del presidente, ese que se mantiene muy cómodo con la confrontación social.