¿Qué le falta al Cruz Azul para dar ese último paso? ¿Por qué el miedo al éxito de un equipo que en múltiples ocasiones tiene todo para ganar y en el último momento pierde? Lo que en psicología se llama “empuje”, parece ser una de las múltiples respuestas que podemos encontrar en el desarrollo anímico de este equipo. El empuje significa tener la tenacidad, el deseo vehemente de triunfar e imponerse al otro, el entusiasmo, la realización del máximo esfuerzo, dar el último bocado de respiro que te lleve al objetivo deseado. Viendo la actuación del Cruz Azul frente a los Pumas, podemos concluir, de manera muy preliminar, que al equipo simplemente les faltó empuje, pues como en otras ocasiones, cayeron en los últimos momentos cuando todo parecía estar ganado.
Sin embargo, también tendríamos que considerar otros factores sociales externos, pues el empuje no es ni será el único mecanismo para medir la mediocridad. La influencia social y cultural juegan un papel importante, ya que la presión de no poder conquistar la victoria, que te lo refrieguen en la cara cada que se puede, estar predispuesto al fracaso, será un elemento que afectará el desarrollo del jugador, pues estará siempre presente el fantasma de la derrota. La influencia de los observadores se convierte en un mecanismo de predisposición muy fuerte, pues, por ejemplo, actitudes hostiles o desaprobatorias pueden tener efectos negativos en los jugadores.
Para muestra un botón: desde antes del partido, se empieza a hablar que probablemente van a perder, que la ventaja la van a desaprovechar, que el fracaso se presentará una vez más y un sinfín de especulaciones. Los observadores (rivales y aficionados por igual) comienzan a hacer sus hipótesis sobre el quehacer cotidiano del equipo y cómo en las últimas décadas han dejado escapar la victoria. Esta influencia empieza a tener repercusiones en los jugadores, quienes, a pesar de ser profesionales y estar a costumbrados a la presión, comienzan a mentalizarse sobre la posible decepción próxima y cómo los observadores van a hacer, una vez más, burla de esa derrota. Lo que probablemente no quiere el equipo es que se vuelva a repetir la historia, sin embargo, llegan derrotados al encuentro pues en el interior están temerosos de perder, lo que los lleva a pensar, y sólo pensar, en la derrota.
No quieren ganar pues están más concentrados en no perder. No quieren ser campeones sino más bien no ser la burla. No quieren trascender, sino no ser humillados. Con eso en la cabeza, se llega temeroso al encuentro, pensando en salir a no decepcionar más que en brillar. En otras palabras, los domina el miedo al triunfo.
Finalmente, nos encontramos ante un equipo que estará siempre en el imaginario social como los eternos casi merito, como aquellos que no quieren ganar, que están temerosos y que no buscan trascender como campeones, sino como los eternos perdedores.
Lo único bueno para el equipo es que, gracias a ellos, podemos ampliar un poco más nuestro vocabulario. Hoy el verbo cruzazulear debe de estar presente en el diccionario.
