55 8925 1325 [email protected]

Así decía la canción que popularizó la gran actriz Concha Velasco.

Y es que, es cierto, desde niño uno sabe que quiere ser artista. Uno sabe que quiere cantar. Con sólo 5 años cantas en la cama en vez de dormir cuando nadie te ve y aunque tus hermanos se quejaran a mamá que la niña no les deja dormir por las noches porque no para de cantar, mamá les dice que no se quejen, que al menos alguien canta en esta casa. Y cuando tus tíos te preguntan: “ nenita, ¿qué quieres ser de mayor?”. Tu les respondes desde lo más hondo y con toda la sabiduría de un niño: “ cantante de ópera”.

Suerte de aquel que sus papás le escuchan y hacen todo lo posible para que ese sueño se cumpla.

Con ambos padres de formación científica, se sienten orgullosos de que su niña quiera ser cantante. El uno te dice que ojalá quieras cantar copla y el otro sólo te coge de la mano y te lleva al único sitio que conoce que enseñan música, el conservatorio, para ver si lo que dices es cierto y tengas la constancia y determinación para dedicarte a ello con rigor y conocimientos.

Ya de mayor tu padre te cuenta que él también quería ser artista, te recita poemas completos, obras de teatro e incluso El Quijote de memoria, te pone los discos de Rocío Jurado, de Edith Piaf, te hace escuchar Rigoletto, Carmen y en los viajes interminables y calurosos al pueblo de tus abuelos, se pasa el camino cantando. Te recuerda qué cuando él le dijo a su papá: “ papá, quiero ser artista, ¿me compras una guitarra?”. Su padre, señorito de pueblo venido a menos le contesta entre risotadas: “ ¡Coge mejor un chorizo que también tiene cuerdas!”.

Valiente es el artista de verdad. El que arriesga que vean su más profunda intimidad para que el público resuene con él, se emocione y les transforme por dentro al igual que él, que se subió al escenario ya transformado para poder hacer su trabajo.

Gran trabajo que mueve almas, que las conduce de la mano a lugares donde, por sí mismos en su día a día nunca llegarían.

Gran fortuna la de aquel a quién el escenario y el teatro aún le permite subirse a sus tablas. Porque uno nunca deja el teatro, eso no pasa, el teatro te deja a tí si no eres digno de él.

Larga vida a los artistas y una atenta mirada a aquellos niños que un día dicen: “ Mamá, quiero ser artista”.