Un rasgo característico de la izquierda mexicana ha sido su marcado por su tribalismo. Sin duda resultado del matrimonio de conveniencia entre el cardenismo priísta y los comunistas del PSM para la elección presidencial de 1988 y la posterior fundación del Partido de la Revolución Democrática en 1989, las “tribus” políticas han aquejado la operación política de quienes se han ostentado como los “sectores progresistas” de México.

Origen es destino reza un antiguo refrán. Morena, instituto político heredero distante de aquella coalición electoral, mantiene viva la tradición. No es que lo publicite en sus estatutos o en los discursos de sus dirigentes y nuevos disidentes. Elocuentemente es en las decisiones en donde individuos y organizaciones revelan su verdadero ser.

Bajo el manto discursivo de las conferencias mañaneras se han llevado a cabo nombramientos (decisiones consensuadas) que revelan el siguiente juego político tribalista.

El 29 de octubre el TEPJF ordenó al INE inscribir a Mario Delgado como presidente nacional de Morena. Un mes antes, Delgado había negado públicamente “operar para una candidatura de Ebrard”. No es que en política se deba desconfiar de lo que se dice, tan sólo es observar lo que se hace para entender hacia donde soplan los vientos del poder.

El mismo día 29 por la tarde, 220 diputados federales morenistas aprobaron como sustituto de Mario Delgado al frente de la coordinación legislativa a Moisés Ignacio Mier Velasco. Se trata de un ex cuadro priísta que en su natal Puebla llegó a ser legislador local y federal en tiempos de Manuel Bartlett Díaz y Melquiades Morales, ambos mandatarios del Revolucionario Institucional. Mier Velazco, antes de su “purificación política” como morenista, fue secretario general de Gobierno durante la administración del tristemente célebre Mario Marín Torres “el gober precioso”. No debe pasarse por alto que Manuel Bartlett ha sido un factor real de poder en Puebla, Marín Torres fue su secretario de gobernación. Una tribu con sólidas raíces en el Chicomóztoc priísta del sistema político mexicano.

El 30 de octubre la noticia ha sido el nombramiento de Rosa Icela Rodríguez como titular de la secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana. A Rodríguez abiertamente se le vincula con el grupo político en torno a la jefa de gobierno Claudia Sheinbaum y a penas del 25 de julio pasado había asumido la coordinación general de Puertos y Marina Mercante de la SCT. Rodríguez, con apenas 3 meses en el cargo ahora brinca al espacio dejado por Alfonso Durazo quién buscará gobernar a los sonorenses.

Es posible inferir de estas decisiones que la sucesión presidencial (sí, faltan cuatro años, pero el juego político es de largo aliento) se perfila entre Marcelo Ebrard y Claudia Sheinbaum, con un tercer grupo encabezado por el octogenario Bartlett, cuya estrategia será erigirse en fiel de la balanza.

¿Este esquema es que el repudia, detrás de serpentina oratoria, Porfirio Muño Ledo? O, ¿Es parte de una estrategia de ocultamiento profundo del presidente López Obrador para mantener “tapado” a su verdadero “heredero”? El tiempo, y las patadas debajo de la mesa, lo dirán.

Juzgue usted