Lo que empezó como un esfuerzo ciudadano orgánico para evitar el desmantelamiento y captura del INE, se ha convertido en un punto de inflexión para el sistema político mexicano.
Veamos ¿Por qué la desconfianza ciudadana hacia la reforma electoral del gobierno? Un punto destaca: la selección de consejeros electorales. Se busca pasar de un criterio de solvencia técnica de los perfiles, hacia un criterio estrictamente político: la autopromoción y apoyo (¿Público? ¿Velado?) partidista e incluso gubernamental, para designar al árbitro electoral.
Recordemos dónde vivimos. Latinoamérica en los últimos años se ha convertido en semillero de dictaduras que no dudan en utilizar las elecciones para maquillarse ante el mundo por sus violaciones a los derechos humanos. Un ejemplo, en días pasados en Nicaragua el partido del sátrapa Daniel Ortega ganó 153 municipios, equivalente al cien por ciento. ¿Cómo lo logró? Encarcelando a todos los candidatos opositores y proscribiendo sus partidos políticos. El gobierno de México aún no condena la detención de sacerdotes católicos por la policía nicaragüense. Dime con quién andas y te diré quién eres.
El debate sobre la concurrencia entró en la zona de lo inverosímil. Un margen que va de los 8 mil a los 800 mil participantes describe un evento social que rebasó a propios y extraños en su magnitud. El manejo faccioso de estas cifras, en primer lugar oscurece el hecho de que se llevó a cabo de manera pacífica y ordenada, “ni un vidrio roto” podría decirse.
En momentos en que la violencia arrecia dentro y fuera del país, la marcha comprobó más allá de toda duda que los mexicanos somos más grandes que nuestros problemas. Lo cual habla del nivel cívico de la población, algo que resulta positivo para todos.
El mito de la perennidad de MORENA y la Cuarta Transformación queda disipado. El partido oficial puede ganar la presidencial de 2024, pero también puede perderla. Las certidumbres en Palacio Nacional quedaron agrietadas. Lo que pasó en las banquetas de Paseo de la Reforma está muy por encima de la campaña en redes sociales para denostar a los participantes. Urgidos de una descalificación, las cuentas a sueldo solo atinaron a intentar manchar por asociación: como en la marcha estuvieron Roberto Madrazo y Elba Esther Gordillo, todos los demás son “mapaches electorales”.
Oh ironía, que el órgano electoral autónomo se creó precisamente para desterrar las trampas y marrullerías que durante décadas le robaron eficacia a esa manifestación ciudadana de la voluntad.
Premisa falsa también, que José Woldenberg es el candidato de la oposición. Cual régimen bananero, se hacen públicas las listas de personajes que, a juicio del gobierno, podrían abanderar a los “conservadores”, quienes quiera que estos sean. Además de que revela la poca fe o poco reconocimiento a las capacidades políticas de las “corcholatas”.
La política es un juego de estrategias, una combinación de movimientos y contramovimientos bajo el criterio que Carl Schmitt le dio a “lo político” en los años 30 del siglo pasado: el criterio amigo – enemigo. En ese contexto, la marcha del 13 de noviembre alteró el tablero: ni el gobierno y su partido oficial tienen el arrastre social de antes, lo que, por cierto, le cae como anillo al dedo al PRI para zafarse de sus “compromisos” con el oficialismo; y el ciudadano de a pie tiene mucho más poder del que cree poseer.
¿Usted qué piensa?
