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PALABRAS RESCATADAS

Víctor Esquivel

Víctor Esquivel

Víctor Esquivel, Reportero en temas de cultura, con experiencia en ciencia y tecnología, así como coordinación de comunicación social, atención a prensa, relaciones públicas y campañas publicitarias.

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Un barcelonés mexicano llamado Ramón Xirau

Quizás muchas personas como yo tuvieron su primer acercamiento a Ramón Xirau a partir de Introducción a la Historia de la Filosofía, para después conocerlo mejor en su vasta obra donde reflexionó, sobre todo, en torno al mito y la poesía.

Testigo vivo hasta 2017 de lo que él llamaba la Guerra “Incivil” Española, el filósofo enriqueció la cultura en México como muchos de sus connacionales que llegaron a refugiarse al país y no sólo tendió un puente entre México y España, también entre el catalán y el español, la poesía y la filosofía, como señalaba al respecto Rafael Tovar y de Teresa (1954-2016).

Y es que, aunque dejó su patria para adoptar una nueva por necesidad y con ésta el español para comunicarse, lo cierto es que sus raíces lo acompañaron hasta el último aliento, prueba de ello su persistencia por el catalán en su lírica.

José María Espinasa me lo explicó mejor al decir: “Ramón encontró en el catalán el regalo de la musicalidad silábica, porque es mucho más sintético que el español al frecuentar los monosílabos. Además, escogió el catalán para la poesía porque ella y el idioma le hablan a su oído de niño. No se trata de un oído infantil, sino abierto a la seducción absoluta de la lengua madre”.

Es así como el uso de este idioma en la faceta poética del Premio Internacional Alfonso Reyes es porque quien escribe poesía “siempre quiere seguir oyendo esas palabras de absoluta admiración ante la vida, que pronuncia la madre para arrullar al recién nacido”.

Para el también poeta Espinasa, “la poesía hace milagros, entre otros, sentir que todo lo entendemos, que las nanas infantiles y las coplas de Mairena son canciones de cuna que nos canta nuestra madre para conciliar el sueño. Xirau retoma el catalán como esa madre que lo arrulla.”

Este mes el filósofo y poeta cumpliría 97 años de edad, pero vivió hasta los 93 en su casa de San Ángel plagada de libros en catalán, francés, inglés y español, dejando un legado como investigador emérito en la UNAM y miembro del Colegio Nacional.

En su haber tuvo al menos 40 títulos originales y traducciones de obras del francés, inglés y alemán, así como colaboraciones con otros autores.

Llegó a México en marzo de 1939 para alojarse en un piso de la colonia San Rafael, de donde su padre y él caminaban a la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL), institución que terminó de acuñar su identidad intelectual.

“En México, después del Liceo, estuve en Mascarones (FFyL), aquel edificio hermoso con el patio de naranjos. Allí empecé a conocer, junto con Manuel Durán y Jacqueline Pivert (su padre era director del IFAL), a muchachos mexicanos, entre ellos Emilio Uranga, Rosario Castellanos, Jorge Portilla… Teníamos todos entre dieciocho y veinticinco años. Mis maestros principales fueron, sin duda, mi padre, Joaquín Xirau”, señaló el mismo Ramón Xirau en una entrevista para Letras Libres.

Para Ramón Xirau el exilio representó nostalgia en un inicio, aunque después ya no, pero él mismo reconoció en vida que su origen y parte fundamental de su vida está en Barcelona y que esa etapa está presente en toda su obra. 

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