En el imaginario siempre existe la figura del poeta como aquella persona que con métrica escribe, describe y toca las fibras más sensibles con la elegancia, buen gusto y sentimentalismo; en la realidad existe Nicanor Parra, el poeta “antipoeta”.

Ha pasado ya tres años desde la muerte de este innovador del género, quien dio origen a su obra a partir de reflexiones personales para comprender el entorno, dicho por él mismo antes de recibir el Premio Juan Rulfo: “Mi poesía no es referencial ni personal, sino un estudio de la totalidad de la realidad”.

El integrante la familia Parra, chilenos de tradición en la música folclorista, ha sido catalogado por muchos como el poeta que escribía poemas cercanos a la gente, pero que al final no todos lo comprenden.

Y es que su formación como matemático y físico le permitieron ser observador, cuestionarse los fenómenos que percibía y a partir de ellos, escribir; las voces en sus poemas van desde los locutores de radio, hasta los abogados, pasando por humoristas y matemáticos.

“La poesía es para llorar y reír y con la antipoesía lo que hace Parra es reír-llorando, como el payaso de la ópera Pagliacci”, me explicó poco antes de morir uno de los admiradores de este poeta chileno, el gran Hugo Gutiérrez Vega.

Pero, ¿qué es un antipoeta? Nicanor Parra escribió la respuesta lúdica a esta pregunta en su poema Test. A continuación, proporciona una serie de respuestas como “¿Un comerciante en urnas y ataúdes? / ¿Un sacerdote que no cree en nada? / ¿Un general que duda de sí mismo?/ Un vagabundo que se ríe de todo/ Hasta de la vejez y la muerte?”.

Un antipoeta puede ser cualquiera, pero no cualquiera es capaz de reflexionar el entorno y plasmarlo en la genialidad de Nicanor Parra, quien no por menos obtuvo en su vida premios como el Cervantes en 2011 y el Nacional de Literatura en Chile en 1969.

“La antisolemnidad de Parra es proverbial y con un compromiso político claro. Es un hombre con una posición política crítica e independiente, esto le valió una escritura tan particular como la que logró y vale mucho la pena”, celebró Hugo Gutiérrez Vega.

Y es que michos catalogan también a Parra como un anarquista, pues aunque se identificaba con las izquierdas se decía independiente y nunca militó en algún partido, lo que le permitió trabar amistades con figuras de ambas ideologías.

Sin embargo, esta actitud también le valdría la censura de algunas de sus obras, pues cuando sucedió el Golpe de Estado de 1973 la Junta Militar le ofrecieron un cargo político, pero Parra lo rechazó y se convirtió en un opositor de Augusto Pinochet.

Como respuesta, Nicanor comenzó a escribir algunos poemas que de manera clara ironizaban lo que él consideraba las contradicciones políticas de su tiempo.

Todo este corpus de vida, intelecto y genialidad le valieron ser uno de los últimos poetas más importantes con vida del siglo XXI. Su luz se apagó un 23 de enero de 2018 a los 103 años, su cuerpo fue trasladado a la Catedral de Santiago de Chile donde varios admiradores fueron a darle el último adiós; en su ataúd mandaron inscribir la frase “Voy y vuelvo”, como esa promesa de inmortalidad de un grande.