“México, nuestro hermano mayor, nunca ha querido voltear hacia abajo. Aquí hay muchos negocios, podríamos hacer alianzas, cubrir muchas necesidades, pero siempre su foco está en el norte, en Estados Unidos”, me comentó en una ocasión un empresario guatemalteco, cuya fortuna fue tasada por Forbes en 2014 en 1,000 millones de dólares.

El millonario centroamericano no se equivocaba. Desde antes del TLCAN, hoy T-MEC, los gobiernos mexicanos poco incentivaban la relación comercial entre México y esa región. El intento más cercano que existió, y fue fallido, fue el Plan Puebla-Panamá (PPP) durante la administración de Vicente Fox.

Si hacemos un poco de memoria, recordaremos que el proyecto consideraba el desarrollo de un corredor comercial desde el país canalero hasta el centro de México, bajo la idea de aprovechar la logística de Panamá y, al mismo tiempo, apoyar el desarrollo del sureste mexicano y potenciar la maquila de ramas como la textil, electrónica y plástica de países como Guatemala, Honduras y el Salvador.

¿Qué fue lo que llevó a que nunca se concretara el PPP? De acuerdo con un prominente empresario salvadoreño que fue parte de las negociaciones, los políticos de México como de Centroamérica nunca quisieron ceder a los empresarios de la región el control del proyecto, que eminentemente era de negocios. Y como siempre sucede, el sueño de la integración se diluyó conforme cada país fue teniendo elecciones y reciclando a su clase política.

Lo que ha venido perdiendo México a lo largo de décadas al no voltear con seriedad hacia Centroamérica es un mercado de 45 millones de personas (casi la misma población de Colombia, por ejemplo), que hablan el mismo idioma y tienen muchas necesidades similares a las del país azteca que, dicho sea de paso, han venido aprovechando China y Taiwán, pese a estar a miles de kilómetros de distancia, haciendo acuerdos y alianzas con esos países, buscando tener una mejor posición en la geopolítica mundial.

Incluso Estados Unidos tiene con Centroamérica y República Dominicana un acuerdo comercial (DR-CAFTA) al que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ni siquiera se ha referido en su intento por cerrar fronteras a las importaciones, pero que para el istmo es muy relevante por los ingresos que le genera.

Un dato clarificador: las exportaciones a Estados Unidos representan para Centroamérica el 49%, mientras que hacia México apenas el 4%. Incluso las exportaciones hacia Europa representan mucho más para la región (aproximadamente el 25%) que las que hace a su vecino del norte.

Muchos llegan a comentar que por qué habría México de fijarse en Centroamérica cuando en el norte tiene un mercado de más de 300 millones de personas y a la economía más grande del mundo. La respuesta es porque no solo se trata de impulsar negocios, sino de enfrentar problemáticas comunes como la pobreza, la migración y la inseguridad. En otras palabras, trabajar con los países vecinos del sur es trabajar por el bienestar y la prosperidad de la región, incluyendo a México.

Y otra cosa que vale la pena destacar y que la Cepal ha buscado impulsar, y es que trabajar de la mano con Centroamérica no solo es colaborar en problemáticas y nuevos negocios, sino también en aspectos de los que todos los países se pueden beneficiar, como son los intercambios culturales, tecnológicos (Costa Rica es uno de los países que más destaca en esto) y académicos, solo por poner algunos ejemplos.

En estos momentos de estancamiento económico e incertidumbre, ya quisieran esos empresarios mexicanos que solo ven hacia Estados Unidos tener un pedazo del pastel centroamericano, y si no, pregunten a Carlos Slim, que desde hace décadas está presente con sus empresas en esa región.