La llegada hace unos días atrás de Perseverance a Marte, el robot explorador enviado por la NASA, generó emoción incluso entre quienes no tenemos mucho conocimiento en temas de expediciones al espacio exterior.
Son muchas las personas a las que genera fascinación el hecho de pensar que Perseverance pueda encontrar vestigios de vidas pasadas, o que el robot sea el primer paso para que, en el futuro, la humanidad pueda poblar Marte. Por supuesto, el desarrollo tecnológico que supone Perseverance también es digno de admiración.
Pero hubo algo en todo esto que no pasó desapercibido y que también causo mucha admiración en la región, y fue el hecho de que una de las encargadas de esta importante misión fuera la colombiana Diana Trujillo, quien llegó a Estados Unidos cuando tenía 17 años con todo en contra, desde el idioma hasta la falta de recursos económicos.
Diana Trujillo fue la primera mujer en entrar a la Academia de la NASA, pero no es la única latina que tiene una participación destacada en esta institución aeronáutica de Estados Unidos; otra es la costarricense Sandra Cauffman, especialista en Ingeniería Eléctrica y Física que ha sido, incluso, reconocida por ONU Mujeres como un referente a seguir para jóvenes y niñas.
Los conocimientos de Sandra Cauffman fueron importantes en la misión que llevó la sonda MAVEN a Marte, así como en el entendimiento de las razones que llevan a ese planeta a ser árido y prácticamente sin atmósfera.
“Nunca he tratado de ser quien no soy. Siempre he tenido esa seguridad. Soy hispana, tengo acento y a veces hablo torcido. Aprendí a ignorar eso porque el lenguaje no es lo importante, sino el conocimiento”, dijo la costarricense a Forbes Centroamérica en una entrevista que ese medio le realizó en 2016.
La colombiana Diana Trujillo ha declarado en diversas entrevistas que uno de los principales problemas de las mujeres latinoamericanas es el “síndrome del impostor”, refiriéndose a que constantemente se cuestionan si son capaces o no de hacer tal o cual cosa, lo que impacta negativamente en su confianza y en la posibilidad de cumplir sus sueños, al grado de que, en muchas ocasiones, deciden no contarlos a nadie.
Acabar de la noche a la mañana con el “síndrome del impostor”, también conocido como síndrome del fraude, en América Latina, no parece sencillo, y los datos así lo dejan ver. Peor aún, no es un asunto solo de la región, sino del mundo: “El Premio Nobel, que se otorga anualmente como reconocimiento de logros intelectuales y académicos, ha sido entregado a más de 900 personas durante el transcurso de su historia, desde 1901 hasta 2019. Sólo 53 de esas personas galardonadas han sido mujeres: 19 en las categorías de física, química y fisiología o medicina”, recuerda ONU Mujeres.
La confianza sobre todo está puesta en las nuevas generaciones. En las niñas y jóvenes que busquen seguir los pasos de Diana Trujillo y Sandra Cauffman, sobre todo en un entorno donde la educación STEAM (ciencia, tecnología, ingeniería, arte y matemáticas) toman mayor relevancia, convirtiéndose en todo un movimiento mundial que cada vez toma mayor fuerza.
El mundo está cambiando drásticamente. Grandes retos sociales, económicos, ambientales y económicos enfrentaremos en los años que vienen, y está claro que las recetas que durante décadas han venido aplicando principalmente hombres, no han funcionado. De ahí que la participación de las mujeres en diversos ámbitos se vuelva más que necesaria, urgente. Se requieren ideas nuevas y disruptivas.
Comentario:
El pasado 20 de febrero acudí a un torneo de Muay Thai (artes marciales tailandesas). Por primera vez vi pelear a una mujer contra un hombre en un torneo oficial. Eran pequeños de 7 años. Ganó la niña en el segundo round. El futuro se pondrá más parejo (afortunadamente).
