El lanzamiento de una estrategia ejemplar de marca-país en 2005 conocida como “Colombia es Pasión” y un esfuerzo impresionante por ser el epicentro de la moda, las industrias creativas y la Cuarta Revolución Industrial en América Latina, se creyó, era suficiente para borrar los episodios trágicos que marcaron la Colombia de los 90, donde predominaban los asesinatos, el narcotráfico, la desigualdad, la guerrilla y los paramilitares. Pero no fue así.

El ataque el pasado 25 de junio al helicóptero donde viajaba el presidente Iván Duque, mientras se trasladaba entre provincias que colindan con la zona fronteriza con Venezuela, dejó claro que la realidad del país sudamericano, como sucede con la mayoría de los países de la región, no se puede tapar con telones de fondo.

El que las autoridades mencionen que se pudo tratar de una agresión por parte de disidentes de las FARC, guerrilleros del ELN o bandas criminales, deja ver que el espectro de descomposición social es amplio.

Se trata de un tejido roto; fracturado desde hace décadas. Los esfuerzos por recomponerlo no solo han sido en vano, sino que han encontrado en muchas ocasiones a sus peores enemigos dentro de las propias élites políticas que, en lugar de optar por el diálogo y la negociación, han preferido el militarismo y la violencia de Estado como salida, profundizando más el odio y las brechas de oportunidades entre unos y otros.

Un ejemplo de lo anterior fueron las acciones violentas que se llevaron a cabo contra las personas que se movilizaron meses atrás contra la propuesta fiscal del gobierno y que luego se convirtieron en vehículo para hacer sentir otras muchas demandas, entre ellas, la propia destitución de Iván Duque.

Esta claro que quienes atentaron contra la vida del presidente de Colombia están dispuestos a todo para hacer sentir su presencia, vengan de donde vengan. Se ha entrado al terreno de lo peligroso de nuevo. Al juego de ajedrez que no lleva más que a la resta de piezas de uno y otro lado.

Hoy el gobierno de Colombia ofrece una recompensa de 795,000 dólares por información que lleve a la captura de los responsables del atentado, y lo más probable es que sean detenidos, pues si algo ha desarrollado este país en los últimos años es su sistema de inteligencia. Sin embargo, ese no es el problema de fondo. Podrán capturar a 2, 20, 200 o más personas, pero mientras no se tenga voluntad por cambiar la situación de Colombia desde lo más profundo de las bases sociales, será imposible tapar la realidad con un dedo.