Una cosa ha quedado claro después de la pandemia: las empresas tradicionales grandes de Latinoamérica ni tienen la capacidad para generar nuevos empleos ni la agilidad para adaptarse rápidamente al nuevo contexto y evolucionar hacia empresas activistas que pongan en el centro del negocio el bienestar social ni mucho menos hacia empresas exponenciales (ExO), que requieren aún de más atributos que se enmarcan en la Cuarta Revolución Industrial.
Por otra parte, los datos son claros. Quienes generan la mayor cantidad de empleos en América Latina no son las marcas rimbombantes que conocemos, sino las pequeñas y medianas empresas (pymes), a las que se vinculan la mayoría de los emprendimientos que mayor potencial de crecimiento tienen, y cuyo componente es la tecnología.
Las pymes representan 99% del total de empresas en América Latina y dan empleo a casi 70% de los trabajadores de la región. Por ello, si se quiere dar ‘combustible’ a un motor que realmente impacta en los empleos y en el consumo y de esta forma enfrentar de mejor forma la crisis en la era post Covid, ese debe ser el de los emprendimientos.
Eso implica por supuesto hacer lo posible para ajustar ese importante ‘motor’ de desarrollo. Me refiero a afinarlo para eliminar ciertas carencias que suele tener. Una de ellas, la baja productividad, por ejemplo.
“Las empresas grandes en la región tienen niveles de productividad hasta 33 veces la productividad de las microempresas y hasta seis para las pequeñas, mientras que en los países OCDE estas cifras oscilan entre un 1.3 y 2.4 veces”, se menciona en el estudio Acerca de microempresas y pymes de la Cepal.
Otra área de oportunidades para los emprendedores está en su poca capacidad exportadora. Mientras que en América Latina solo 10% de las pymes comercializan sus productos o servicios en el exterior, en Europa las exportaciones de este sector representan hasta el 40%.
Tampoco se pude dejar de lado que los emprendedores también fueron fuertemente golpeados por la pandemia. Así lo deja ver el informe Los ecosistemas de Emprendimiento de América y el Caribe frente al Covid-19, del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
La mitad de los emprendedores encuestados en el estudio que no habían puesto en marcha su operación “interrumpieron el proceso”, de acuerdo con la encuesta realizada para el estudio del BID. Un 53% que ya vendía dejó de hacerlo. Y 84% vio muy deteriorado por la pandemia su flujo de fondos, mientras 75% redujo su actividad productiva.
El BID remarca una cosa muy importante de los emprendedores en este proceso de recuperación económica para la región: más allá de ser importantes generadores de empleo, su ADN, sobre todo los que abanderan nuevos proyectos, tienen un componente social que será muy importante en la reconstrucción de la economía latinoamericana, cosa que las grandes empresas solo suelen hacerlo muchas veces como parte de una labor para dar mantenimiento a la imagen que tienen frente a sus audiencias.
Por si fuera poco, la investigación del BID evidenció que las empresas tecnológicas han sido las menos afectadas por la crisis de la pandemia frente a otros segmentos de negocios (solo el 29% dejó de facturar). De ahí que no solo se debe apoyar a las pymes en su conjunto, sino impulsar políticas públicas que incentiven la innovación y el desarrollo, así como la investigación.
Bajo este contexto, los emprendedores son clave para la recuperación de Latinoamérica, pero como dije antes, este ‘motor’ tiene que ser ajustado y sobre todo debe estar en el interés de los gobiernos de la región echarlo a andar y convertirlo en la plataforma de crecimiento que necesitamos.
