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Francisco Xavier Martínez Esponda

Francisco Xavier Martínez Esponda

Licenciado en Derecho por la Universidad Iberoamericana (2002-2006) con mención honorífica y Maestro en Ecología Tropical por parte del Centro de Investigaciones Tropicales (CITRO) de la Universidad Veracruzana (2014), con mención Honorífica. Ha colaborado como abogado en Litiga, Organización de Litigio Estratégico de Derechos Humanos A.C. (Litiga OLE) y en el Centro Mexicano de Derecho Ambiental, A.C. (CEMDA) ha sido director regional de la oficina Golfo de México (2013-2016) y actualmente se desempeña como director operativo. Una de sus las líneas principales de trabajo son los derechos humanos de los pueblos indígenas y comunidades equiparables, el patrimonio biocultural y la construcción del Estado pluricultural en México.

De muchas resistencias y futuros florecimientos

¿Por qué personas y pueblos resisten? ¿A qué resisten? El fenómeno de la resistencia es compartido a todo lo largo y ancho de las sociedades humanas y refiere a un sin fin de luchas, muy dolorosas, contra la imposición, la discriminación, la violación de derechos humanos. La resistencia en este contexto es uno de los rostros que encarnan los derechos a la diferencia, la identidad cultural y la libertad.

En agosto pasado conmemoramos los 500 años de la caída de México-Tenochtitlan evento que requiere de nuevas lecturas y significaciones, así como de nuevas actitudes, por ejemplo, que las voces de los pueblos indígenas se escucharan y que, los que siempre han hablado desde el poder, dejaran de hacerlo. Me parece inaceptable que las autoridades, que seamos francos, pertenecen a grupos dominantes en el país, se apoderen de lo que no es suyo: la resistencia que los pueblos han realizado a capa y espada. Un gesto nuevo sería que las autoridades abandonen el monopolio del micrófono y la apropiación de discursos que no les corresponden, en aras de permitir que se escuchen las voces que han sido silenciadas e invisibilizadas.

El 13 de agosto de 1521 cayó, después de una muy aguerrida y valerosa defensa, la ciudad de México-Tenochtitlan, la capital del imperio mexica, a manos de un ejército poderoso conformado por algunos españoles y miles de personas de varios pueblos indígenas, como los tlaxcaltecas y huejotzincas, entre otros. Esta fecha, ha sido utilizada y manoseada de múltiples formas que aquí no vamos a abordar, sin embargo, la caída de México-Tenochtitlan supuso para varios pueblos originarios la continuidad en sus luchas de resistencia, ahora en contra de un nuevo poder, y para otros, el terrible y doloroso inicio de resistencia contra un nuevo poder dominante. El 13 de agosto de 1521 no es la fecha de nacimiento del pueblo mestizo, como refiere la estela de piedra que cuelga de una de las paredes del Museo del Templo Mayor, es más bien la efeméride que marca para muchos el inicio de un camino de lucha por mantener y ejercer su derecho a la diferencia, esto es, ser quien se es, ni más ni menos. Como dicen los zapatistas -”no nos conquistaron, existimos porque resistimos”.

La consumación de la Independencia, conmemoración que estamos por celebrar y que refiere la fundación del Estado mexicano en 1821, no supuso para la gran mayoría de los excluidos y discriminados por el sistema colonial una reconfiguración de los poderes, ni el debido reconocimiento, ni mucho menos el resarcimiento de los daños causados. El Estado mexicano hasta nuestros días no ha hecho más que continuar con el proceso de asimilación y explotación heredados de la Colonia. La República está en deuda con los pueblos indígenas, las comunidades afrodescendientes, campesinas y asiáticas; todos los días escuchamos en los medios las luchas que estas comunidades y pueblos emprenden, se trata de una batalla por defender lo suyo, y estas disputas son a muerte porque el capitalismo y el extractivismo les privan de sus lenguas, de sus territorios y tierras, de sus aguas, de sus semillas, de su gente; y les devuelven tiraderos de basura, ríos contaminados, suelos erosionados, hambre, enfermedades, y cadáveres. No por nada a lo que las empresas y gobiernos llaman “proyectos de desarrollo”, ellos les nombran y con razón “proyectos de muerte”.

Entonces, en este marco de conmemoraciones, la pregunta fundamental es si nuestra República será capaz de dar ese salto cuántico y transitar hacia un país donde nos podamos reconocer en nuestras diferencias. Si uno mira con cuidado, tendremos que reconocer que el Gobierno de la 4T y el Gobierno de la CDMX no están y no quieren estar en esta disposición, es decir, no escuchan, no reconocen, no ceden. Ha llamado la atención que durante estas fechas, las autoridades se han apropiado indebidamente del discurso de la resistencia indígena, y no han cedido el uso de la voz a las personas, comunidades y pueblos originarios que han padecido la violencia cultural que el Estado ejerce, como dice Yasnaya Aguilar, ¿por qué el presidente exige disculpas por lo ocurrido a la corona española si el Estado mexicano no existía?, ¿acaso el presidente puede hablar en nombre de los pueblos indígenas que habitan en México? Me parece que su mandato no le alcanza.

Bernal Díaz del Castillo se equivocó en su Historia Verdadera al señalar que los atabales que se tocaban día y noche desde el Templo Mayor de México-Tenochtitlan durante el asedio dejaron de tocar con la captura de Cuauhtémoc; no, no dejaron de sonar, simplemente se mudaron de lugar y su poderosa voz resuena en múltiples regiones y espacios del país y claramente, no se detendrán hasta que la resistencia dé paso al florecimiento. El florecer es un signo de la paz, de la fiesta y del encuentro, y ésta llegará a estas tierras cuando reconozcamos al otro como es, es decir, cuando transformemos al sistema que oprime y discrimina. Todas y todos tenemos tarea, no solo el gobierno.

En este sentido hago mías las palabras que el subcomandante Galeano hiciera el 26 de abril pasado “(…) Que no mande un color. Que no mande ninguno para que ninguno obedezca y que cada quien sea lo que es con alegría. Porque la pena y el dolor vienen de quien quiere espejos y no cristales para asomarse a todos los mundos que soy. Con rabia habrá que romper 7 mil espejos hasta que el dolor se alivie. Mucha muerte habrá de doler para que, al fin, sea la vida el camino…”.

La resistencia es por la vida, es por el derecho de sembrar semillas de libertad que nos permitan florecer. Otro México es posible.

P.D. La resistencia tiene multiplicidad de rostros y uno de ellos, que yo valoro mucho, y donde tanto he aprendido, es el del pueblo masewal en la Sierra Norte de Puebla; lamentablemente estas hermanas y hermanos fueron severamente lastimadxs por el paso del huracán Grace por su territorio, muchas de las casas perdieron sus tejados y las cosechas de maíz y pimienta se perdieron; esta situación también la viven las comunidades campesinas y el pueblo totonaco en Veracruz, así que les propongo queridas y queridos lectores contribuir a las resistencias y florecimientos de los que hemos hablado donando para solidarizarnos y promover las autonomías; quien así lo desee puede hacerlo a través de las diversas organizaciones como la Fundación Tosepan, A.C. y Tochan Nuestra Casa, A.C., amén de cualquier otra institución o persona que ustedes consideren.
Colaboró María Isabel Noriega Armella

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