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ESTRATOS DEL TIEMPO

Francisco Robles Gil Martínez del Río

Francisco Robles Gil Martínez del Río

Historiador, co-fundador del portal “Archivos de la Represión” y autor junto con Veka Duncan del libro “Cara o Cruz. Lázaro Cárdenas” publicado con el sello Taurus.

 

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Estampas de acarreo metafísico

¡Qué emoción! Estamos en septiembre, que en el calendario cívico es el mes de la patria; ya por estos días los edificios gubernamentales que resguardan la plancha del Zócalo se han vestido de gala, entre águilas republicanas y banderines tricolores, el espíritu va tomando forma para después de entonar la garganta con algunos tequilazos, grite ¡Viva México! “Más y osare un extraño enemigo, profanar con sus plantas tu suelo piensa ¡Oh, patria querida que el cielo! un soldado en cada hijo te dio” Andrés Manuel López Obrador (AMLO) anunció que sin importar la presencia de aquél “enemigo” invisible, mejor conocido como Covid-19, el 15 de septiembre se evocarán a los héroes que nos dieron patria y una vez más podremos ser testigos del desfile militar ¡Las armas nacionales se han cubierto de gloria! (Zaragoza, dixit)

Me gustaría pensar con ustedes, pandémicos lectores, a un sujeto que es central en la cultura política de nuestro país, me refiero al acarreado; dícese de aquella persona que asiste a mítines políticos a cambio de una torta y un frutsi o de algún favor político ¿por qué lo traigo a colación? El año pasado, cuando López Obrador encabezó su primer ceremonia del Grito de Independencia en la Plaza de la Constitución, varias voces empezaron a emerger en las “benditas redes sociales” (Obrador, dixit) aludiendo a que aquél 15 de septiembre del 2019 sería el primero de la historia del México contemporáneo sin que asistieran acarreados, y su lugar sería ocupado por ciudadanos conscientes de su compromiso patrio y en defensa de la Cuarta Transformación, fueron muchos las y los usuarios de twitter y Facebook quienes reivindicaban este gesto de purificación republicana, uno de ellos escribió: “Ya lo había dicho, pero repito: si AMLO es Presidente, estaré entre muchos de ustedes, el 15 de septiembre de 2019 en el ombligo del mundo, gritando por primera vez en décadas, sin acarreados, ¡Viva México!”

Al leer aquella y otras patrióticas expresiones, me quedé pensando en el ya mentado sujeto y me pregunté ¿En verdad hay alguna diferencia entre aquella persona que a cambio de un calórico beneficio acude a los mítines y en este caso al mitin de mítines que es el 15 de septiembre a aquella que acude por mera convicción? En el imaginario colectivo, cuando se enuncia el adjetivo acarreado, comúnmente se utiliza para señalar a aquella persona con “poca cultura política” y en un país como México en el cual, según el último censo de población y vivienda del 2010, el 6.78% del ciento por ciento de la población no sabe leer ni escribir, es muy probable que el acarreado pertenezca a este sector de la población, el cual, no solamente carece de habilidades lecto-escritoras sino muy probablemente ha sido privado de otros derechos y servicios básicos, en otras palabras, es un ciudadano que por su condición de vulnerabilidad sería más proclive a aceptar prebendas a cambio de su asistencia o apoyo a tal o cual político.

¿Cómo caracterizar a ese otro sector de la población que si ha tenido acceso a los distintos niveles educativos y por ende se considera entre la población alfabeta? Siguiendo nuestra línea argumentativa, sería a aquél que tendría una “robusta cultura política”, que ha cumplido de manera consciente su derecho y obligación de votar y por ende asistirá de forma gozosa y no se nos olvide, con convicción a festejar el inicio de la gesta independentista, es decir, sería un ciudadano en pleno acto. Hagamos una pausa en la palabra convicción, la cual, viene del latín convictio que significa “creencia firme”, la cual, está formada por el prefijo con- (junto, todo), vincere (vencer) más el sufijo –ción (acción y efecto); otra palabra clave para entender esta caracterización sería creencia, la cual, el diccionario etimológico de Joan Corominas nos dice que se puede rastrear hacia 1140, con credere (creer, dar fe).

Convicción y creencia, los pilares de la purificación republicana, teniendo esto claro, podemos empezar a responder si hay o no una diferencia cualitativa entre el acarreado y aquél ciudadano con una “robusta cultura política”; mi respuesta es que no ¿por qué? La clave está en el carácter metafísico del que se inviste el sujeto al asumirse como ciudadano y del cual, este no es consciente, es decir, al asistir cada 15 de septiembre para conmemorar el inicio de la gesta independentista, lo hace, por convicción, es decir, con una creencia firme de pertenecer a una comunidad imaginaria llamada México, es decir, ante sus pares da fe de su pertenencia y a cambio recibe el reconocimiento de ser mexicano y un buen ciudadano comprometido con el artilugio llamado patria, dando así lugar, queridos lectores, a lo que he denominado acarreo metafísico.

Estrato del tiempo: El periódico Excelsior publicaba el 14 de marzo de 1971 una nota titulada “Caminos vs caciques. Renovación originaria en el Pueblo” en la cual, además de relatar la gira presidencial que Luis Echeverría Álvarez hacía por el estado de Hidalgo, da cuenta de la siguiente pregunta realizada a Manuel Sánchez Vite (presidente del PRI, 1970-1972): “¿[…] el PRI continuaba utilizando a los caciques para el acarreo de gente a las grandes concentraciones públicas? A lo que Sánchez Vite respondió: “Ya no hay acarreos […] las personas que participan en los mítines y concentraciones políticas van por su voluntad, guiados por su conciencia cívica de ciudadanos.” ¡Ha hablado el soberano!

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