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ERRAR ES HUMANO

Pilar Calvo

Pilar Calvo

Pilar Calvo, psicóloga, experta en Factores Humanos y Seguridad.

Culpar a la víctima

El pensamiento “Blame the victim” es un fenómeno psicológico que se ha convertido en tendencia social. Culpar a la víctima es una predisposición mental por la que se considera que las víctimas de crímenes, accidentes o tragedias deben rendir cuentas por lo que les sucedió.

¿Por qué la sociedad participa de esta tendencia?

A menudo explicamos la vida a base de sesgos que tienen como virtud tranquilizar nuestra existencia pero que parten de errores, digamos de engaños psicológicos, con los que emitimos nuestros juicios. Culpar a la víctima es uno de ellos, se trata de un error fundamental de atribución, un sesgo para tratar de explicar los problemas que nos rodean atribuyendo lo que les sucede a otras personas a características individuales o personales internas de esas personas, ignorando otros factores externos estructurales, organizacionales, sociales o la implicación de terceras personas con más poder o prestigio, que puedan haber tenido un peso decisivo en el resultado final.

Una vez que algo ha ocurrido, además, solemos poner en marcha otro sesgo, el retrospectivo para tratar de explicar de una manera que aparenta sencillez y lógica cómo la persona (en este caso la víctima) podría haber evitado fácilmente el suceso, pues ya había indicadores que le podrían hacer prever lo que iba a ocurrir.

Esta forma de pensar tiene varios beneficios fruto del autoengaño, por una parte, la esperanza de que el mundo sea justo y sólo los que se apartan del camino correcto sufren las consecuencias; por otro lado, la ilusoria protección de que “a mí no me va a ocurrir”.

Hay numerosas muestras de ello, por ejemplo, cuando opinamos sobre violaciones, cuando alguien enferma, cuando analizamos la pobreza, cuando valoramos las peores situaciones de grupos minoritarios etc. Se busca culpar de los comportamientos pasados a las propias víctimas.

“La falda era demasiado corta, el escote y las formas provocativas, iba llamando la atención, por eso la violaron” “No tenía una dieta adecuada, comía sin control y era obeso, no es raro que contrajera la enfermedad” “No se reveló contra su opresor, no trató de huir, parece que se conformaba” “Siempre fue una raza menos inteligente, por eso nunca les ha ido bien” “Mendigaban, eran poco aseados y no tenían un oficio, no es raro que acabaran en la cárcel” “Excedió la velocidad y tuvo un accidente porque no prestó suficiente atención” “ La rutina de la tarea hizo que se relajara por un exceso de confianza”.

Theodor W. Adorno definió el concepto “culpar a la víctima” como uno de los rasgos del carácter fascista, desprecio de todo lo discriminado o débil.

El psicólogo William Ryan acuñó el término “culpar a la víctima” en 1971 y lo describe como una ideología que justifica el racismo, la injusticia social y la injusticia estructural.

Uno de los colectivos donde se está aplicando de forma muy sutil este fenómeno es en los accidentes laborales o industriales donde normalmente al trabajador más expuesto, que puede resultar víctima del suceso, se le atribuye la culpa del mismo. Esto es paradigmático en aquellos sectores relacionados con el transporte, aviación, ferrocarril … ya que si en el accidente pierden la vida usuarios, clientes, ciudadanos, la rabia colectiva produce en cadena todos los sesgos expuestos y desde luego es más sencillo culpar a la víctima que investigar las causas más profundas. Surge la famosa frase “algo haría para que ese fuese el resultado, estaba allí, pudo evitarlo y no lo hizo”.

Es más, cuando los accidentes se repiten una y otra vez por la mismas cusas, al igual que las agresiones sexuales, el racismo, o surge la aporofobia, estamos contribuyendo al fenómeno del gaslighting, una forma de manipulación psicológica en la que vamos colectivamente sembrando la duda y haciendo cuestionar a las propias víctimas y su autoestima, vamos apagando la luz para deslegitimar la credibilidad de las víctimas.

Debemos estar muy atentos para no convertirnos en “abusadores sociales”, señalando injustamente a las víctimas, una y otra vez como generadores de las tragedias, de sus tragedias en primer lugar, y evitar convertirlos doblemente en víctimas, en primer lugar, del suceso donde estuvieron inmersas y en segundo lugar de nuestro juicio falso y desacertado pero que deja a la atribución causal un camino más fácil y nuestra posición en el mundo con una percepción egoísta de invulnerabilidad.

La alternativa a estos sesgos siempre será preguntarnos por la contribución de una diversidad de causas al hecho, puede que también internas, pero donde el peso de los factores externos o de terceras personas puede ser tan decisivo que, aunque comprometa nuestra complacencia argumental, debemos considerarlos con firmeza.

La empatía, considerar que la víctima también habría podido ser yo, es un ejercicio que nos salva de numerosos errores de juicio y evita el fascismo mental, por desgracia tan extendido, de forma consciente o sin darnos cuenta de ello.

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