Hace días no logré concluir la lectura de untexto periodístico sobre el incremento de la violencia criminal en 19 entidades federativas del país, que contenía entre otros datos, los relativos al tipo de crimen o delito y las localidades donde se llevaron a cabo. Hice varios esfuerzos y no logré reanudar, hasta que me di cuenta que experimentaba un serio rechazo al contenido del documento, por el dolor y la indignación que me habían producido.

Decidí ahondar en el asunto y compartirles algunas de las reflexiones e indagaciones, con el fin de contribuir, como ciudadano y escribiente, a enfrentar, resolver o disminuir lo más posible este estado de cosas.

La violencia que azota y aflige a buena parte de la población nacional puede y debe ser abordada desde diversos ángulos; por la brevedad de este espacio, me enfocaré a la violencia que afecta a la sociedad sobre todo en el ámbito público y algunos de los factores concomitantes y a la violencia que se desarrolla o existe en la dimensión de lo privado, en la vida doméstica, familiar, de pareja.

Una primera conclusión es que desde hace ya varias décadas, el Estado y sus instituciones de justicia y seguridad, han sido profundamente ineficaces e incapaces para contener, resolver o aminorar la violencia, y brindar protección y garantizar la vida, la dignidad y los bienes públicos y privados.

Correlacionado con lo anterior, prevalece un impresionante nivel de impunidad en la procuración y aplicación de la justicia: según datos publicados recientemente, de 33 millones de delitos cometidos en el año de 2018, solamente el 0.44% de los mismos fueron procesados de alguna manera por un juez,¹ lo cual también genera -y esto es igual o más de grave- una enorme desconfianza y desprecio de los mexicanos hacia sus instituciones y sus policías, y esto lo saben y lo aprovechan los criminales.

Como segunda y última conclusión con respecto a este apartado, es que la dinámica inusitada de violencia de los últimos años, también obedece a que el narco la ha potencializado mediante el establecimiento de dos trágicas y terribles paradojas:

a) ha ensuciado la vida social y económica de miles de mexicanos y de sus negocios, mediante el lavado de sus millonarias ganancias y b) ha permitido de manera perversa, la inclusión económica y la movilidad social (aunque sea momentánea) de cientos o miles de personas, entre ellos jóvenes y adolescentes, que, sin la posibilidad de empleo y percibir ingresos y con obstáculos de diversa índole para estudiar, se han incorporado en las estructuras de los cárteles desarrollando diversas funciones tales como halcones, sicarios, dealers, etc., quizás algunos de ellos con la consigna funesta de que es preferible vivir un día como rey que toda la vida como buey.²

Al escribir lo anterior, me brotan las lágrimas y me vuelvo a enfurecer. Me doy cuenta que el texto agotó su espacio. Lo abordo en la entrega siguiente.

¹Decálogo para la pacificación de México. Marien Rivera. Susana Camacho. Ernesto Peralta. Revista Nexos. Prevención y Castigo. Blog sobre la política de seguridad. Septiembre 2020.

^²Culiacán, el lugar equivocado. Magali Tercero. Revista Letras Libres. 30 junio 2010.