En mi artículo anterior sobre la economía de China (27 de abril pasado) destaqué que su producto es generado en un 50% por empresas privadas y en la otra mitad por aproximadamente 150 mil empresas estatales (federales y regionales), incluyendo los bancos. Algunas de las privadas están en la bolsa de valores del país y de Hong Kong, pero se debe resaltar que 250 empresas privadas chinas, tales como Alibaba, Tencent, Didi y Weibo (ver: List of Chinese Companies on U.S. Exchanges (stockmarketmba.com), están en las bolsas de valores de los Estados Unidos. Su capitalización es de 2.1 trillones de dólares (billones en la terminología castellana).

La prestigiada revista Economist (julio 31) informó que el gobierno chino no está contento con la forma que se comportan las poderosas empresas privadas de su país. Por ello, estaría cambiando las normas que permiten que empresas como Alibaba Group de Jack Ma, el empresario chino más rico del mundo, se mantenga en la bolsa de valores de NY. Esto se interpreta como un golpe de Xi Jinping a los inversionistas privados chinos para evitar su excesivo crecimiento y acercarlos a las líneas del Partido Comunista.

Más datos: dos de los gigantes de Internet, Alibaba y Tencent están siendo investigados en China por supuestas actividades monopólicas, y el gobierno inició otra investigación contra Didi Global (similar a Uber: opera ya en México) por la forma en que utiliza la información de sus usuarios, que ha hecho caer el valor de sus acciones en los EE. UU. El gobierno chino desea que las empresas de su país no busquen capitales en el exterior, sino en sus propias bolsas, controladas de cerca por las autoridades.

Paralelamente, al deteriorarse las relaciones con China, el gobierno de EE. UU. (primero con Trump y ahora con Biden) está solicitando a las empresas chinas en las bolsas norteamericanas que permitan auditorías de sus estados financieros, principalmente para verificar si se trata de empresas controladas por el gobierno chino. Esto abrirá una etapa de negociaciones con dichas empresas, y de no ceder en un plazo de tres años, el Congreso prohibiría su presencia en los mercados de dinero estadounidenses.

Ya en enero de 2021 se ordenó la suspensión de la participación de la Bolsa de Valores de NY de tres compañías chinas de telecomunicaciones (Telecom, Mobile y Unicom), argumentando sus vínculos con el ejército chino. Anteriormente, Trump impuso restricciones contra la tecnológica Huawei, que por cierto tiene amplia presencia en América Latina.

Las acciones del gobierno chino van a afectar también a las inversiones extranjeras que ya están hechas en empresas chinas. Una de las consecuencias será encarecer el capital para las empresas chinas, lo cual iría en contra del propio crecimiento del país.

Como es sabido, el gobierno demócrata de Biden no sólo no levantó los aranceles impuestos por Trump, sino que mantuvo políticas agresivas contra China, protestando por los ataques cibernéticos contra empresas norteamericanas, denunciando el maltrato a los Uigures en Sinkiang, y por las recientes medidas de control político contra los restos de la antigua democracia de Hong Kong.

El pasado 1 de julio China celebró con bombo y platillo los cien años de la fundación de su Partido Comunista, destacando sus éxitos económicos y sociales, el desarrollo de tecnologías propias y la disminución de su pobreza ancestral: 800 millones de sus habitantes dejaron de ser pobres: el Producto Per Cápita en el país pasó de $90 dólares en 1960 a $10 mil en la actualidad. Sin embargo, para alarma de sus países vecinos, como Japón, Corea del Sur, Taiwán e Indonesia, China está ampliando su industria militar y naval, y ha abierto por primera vez una base militar en el extranjero, en Djibuti, en el Golfo de Adén, Cuerno de África, frente al Océano Indico, un punto estratégico para el comercio mundial.[1]

A lo anterior hay que agregar que China se ha convertido en el principal acreedor internacional. Ya presta más dinero que el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional combinados. Es decir que en un tiempo relativamente corto, China se presenta en el Siglo XXI como la nueva potencia mundial y como un reto para la actual potencia norteamericana.

A pesar de que las empresas privadas chinas fueron claves en la modernización del país, el actual gobierno no las considera del todo confiables. La nueva política no estaría orientada a nacionalizar esas empresas, sino a someterlas a la línea del Partido y a generar un nuevo equilibrio entre el socialismo como lo entiende el poderoso líder chino, y las empresas privadas del país, que tanto crecieron en las décadas recientes.[2]

[1] Ver en Wikipedia: Chinese People’s Liberation Army Support Base in Djibouti.

[2] Ver especialmente: China’s biggest private companies are in chaos. It’s all part of Beijing’s plan. CNN Business, August 4, 2021