Iniciadas las campañas para las elecciones del 6 de junio, la ínfima calidad (y nula veracidad) de la publicidad de los partidos, y el elevado número de partidos nos recuerdan que más que el futuro del país, lo que realmente está en juego es una simple y descarnada lucha por el poder político. Por el simple desgaste del gobierno, el mal manejo de la pandemia, la generalizada violencia delincuencial y la crisis económica, es totalmente posible y lógico que Morena y su presidente pierdan votos en comparación con el 2018.

A pesar de todo eso, algunas encuestas indican que será difícil que Morena pierda la mayoría en diputados, pero no tanto el que no puedan tener una mayoría calificada (dos tercios) para aprobar cambios constitucionales.

Actualmente Morena logra esa mayoría gracias por la sobrerrepresentación que le dio su alianza con el PT y otros partidos (PT, Verdes). Si mantienen el registro, se agregarán a esa coalición tres organizaciones políticas: Encuentro Solidario (antes PES, de corte religioso, con sus candidatos futbolistas), Redes Sociales Progresistas (RSP, ligada a Elba Esther Gordillo, ahora con candidatos luchadores) y Fuerza Social por México (FSPM).

Por desgracia para el país, los partidos de la oposición no parecen muy fuertes. Han sido calificados como “desdibujados” (José Antonio Crespo). No presentan líderes diferentes, capaces de sumar amplias simpatías, ni han conformado ideas interesantes o programas de gobierno que sumen electores. En el otro lado de la balanza, Morena tampoco se ha consolidado como partido; su dirigencia no controla las disputas internas, y tampoco tiene dirigentes de relieve. Mario Delgado ha sufrido mucho para integrar un conjunto de candidatos electorales: no parece tener una sola idea propia: sólo repite lo que su jefe necesita, y su actual apoyo irrestricto al impresentable Salgado Macedonio le restará no sólo credibilidad sino fuerza política.

En este triste panorama, sí resulta de crucial importancia que Morena no logre incrementar su poder legislativo, por el bien de la débil y acosada democracia mexicana, y por la sana necesidad de que el Poder Legislativo pueda cumplir su papel republicano de evitar el regreso a una presidencia imperial.

No puedo aquí comentar las 15 gubernaturas en disputa, pero en un sentido amplio su importancia es más local que nacional, debido a necesidad del partido mayoritario de sumar a la mitad más una de las legislaturas estatales para aprobar futuros cambios constitucionales. Actualmente controla 20 legislaturas, aunque solamente 7 gubernaturas.  

La otra característica de la coyuntura actual son los desafortunados ataques de López Obrador al INE. Pepe Woldenberg ha insistido en que no hay precedente de que un Presidente en funciones ataque al organismo que organiza las elecciones.

En un escenario posible dibujado por Citibanamex y otros analistas, Morena podría perder hasta 10 puntos porcentuales en la Cámara de Diputados, aunque conservaría la mayoría absoluta. Eso sería considerado por AMLO como una derrota, y parece estarse preparando para esta posibilidad de la peor forma posible.

Recordemos la estrategia de Donald Trump en las recientes elecciones de Estados Unidos: durante meses declaró que se preparaba un fraude en su contra basado en los votos por correo, precisamente porque había visto en encuestas la posibilidad de perder la competencia. Después de las elecciones intentó interferir en los conteos, que allá son estatales (no existe en los EE. UU. una autoridad estatal federal), y movilizó equipos de abogados en varios estados para revertir los resultados. Al fracasar en estos intentos, el día en que se iba a legalizar el triunfo de Joe Biden lanzó a una turba de simpatizantes a tomar la sede del Capitolio. Se mostró dispuesto a romper la institucionalidad del país para mantener el poder.

López Obrador parece seguir un camino similar a través de los casi diarios ataques al INE. Un paso más en este proceso fue el plantón organizado por Salgado Macedonio y Mario Delgado ante el Instituto, acompañado de amenazas de cerrar el INE y organizar un “juicio político” contra dos de sus consejeros. Parecen estar preparando el campo en caso de que Morena no logre los resultados electorales que espera. Se trata de un camino peligroso que no anuncia nada bueno.