El 2 de noviembre los demócratas perdieron la gubernatura de Virginia por dos puntos porcentuales, a pesar de que en 2021 Biden había ganado ese estado por diez puntos. No se trata de un estado del Deep South: con altos niveles educativos, suburbios con buen nivel de vida y diversidad racial, Virginia debería ser demócrata.

Esta cubetada de agua fría ocurrió sin la presencia directa y activa de Donald Trump, ni de sus explosivos Tweets, con un candidato republicano conservador que no se presentó como un trumpísta de hueso colorado. Se ha dicho que su campaña fue de un “trumpismo sin Trump”, y que esta es la fórmula que deben aplicar los republicanos de ahora en adelante: apoyar las banderas de la extrema derecha, pero prescindiendo de la conducta del explosivo e impredecible expresidente.

La derrota en Virginia parece anunciar que los demócratas pueden perder el control del Congreso en las elecciones intermedias de 2022, lo cual sería un golpe decisivo para la futura reelección de Biden en 2024.

Las razones de la derrota incluyen un desencanto con el partido en el poder, la caída de la popularidad de Joe Biden desde la accidentada salida de Afganistán, los seis meses de encarnizadas discusiones entre las distintas facciones del partido demócrata para aprobar sus propias propuestas en el Congreso, y la lenta recuperación de la economía por motivos ajenos al Presidente, como la variante Delta y los norteamericanos que simplemente se niegan a ser vacunados, aproximadamente el 20% de la población.

En Virginia, los votos rurales fueron determinantes, con una participación muy elevada en las urnas, así como los votos de los votantes blancos sin título universitario que han apoyado a los republicanos desde 2008.

En una encuesta reciente de Gallup citada por El País, El País, el índice de aprobación de Biden era de 42%, 15 puntos menos que en enero de este año. En estas mismas fechas, Barack Obama (2009-2016) tenía el 52% de apoyo y George W. Bush (2001-2009), el 88% Con todo, el 55% de los norteamericanos aprueban la forma en que Biden ha manejado el tema de la campaña contra el Covid.

La buena noticia es que el 5 de noviembre los demócratas lograron aprobar en la Cámara Baja la gigantesca iniciativa de $1 billón para infraestructura, sumando 13 votos republicanos (a pesar de que este partido calificó la iniciativa como “comunista”). Esta victoria, estimulada por el susto de perder de la gubernatura de Virginia, podría conducir a la aprobación de la otra mega iniciativa de Ley para atender temas sociales y del medio ambiente, que originalmente sumaba casi tres billones de dólares y que ha sido reducida a $1.85 billones como requisito para ser aceptada por los demócratas más conservadores, especialmente Joe Manchin de West Virginia. 

Los republicanos en Virginia ya anunciaron que revisarán las reglas para dificultar las futuras votaciones en su estado, como está ocurriendo en otros estados republicanos (28 de un total de 51 estados están gobernador por republicanos), argumentando el supuesto fraude con el cual Biden ganó en 2020. Dicen que se trata de defender la “integridad del proceso electoral”, que incluiría poner observadores republicanos en cada casilla, reducir los votos por correo, y nombrar funcionarios partidistas para encabezar los futuros procesos electorales. Como ocurre en países con menor nivel de desarrollo, los republicanos de hoy prefieren poner en peligro a las más elementales instituciones democráticas del país que aceptar que perdieron una elección.

Un análisis más estructural de porqué está retrocediendo el partido de Biden es que la agenda de los grupos más progresistas del partido azul ha desplazado los temas que más preocupan a la mayoría del electorado: la economía y el desempleo, el Covid, la inflación, la seguridad pública, la reconstrucción de la deteriorada infraestructura del país. Esto significa que en un país más bien conservador no basta enarbolar las causas más progresistas –feministas, LGBT, ecologistas radicales, las propuestas de eliminar los departamentos de policía en algunas ciudades– para ganar elecciones.

¿Podría haber una mejor salida para Biden y para los demócratas? Si, con dos condiciones: si se logra aprobar la segunda macro propuesta de esta administración, que llevará inversión pública, servicios sociales y empleos a muchos condados del país, y si además la economía se recupera en el 2022 con menos inflación que la actual. Todo esto, sin perder las batallas ideológicas. No está fácil.