Los cientistas sociales nunca terminan de discutir el tema de los sistemas económicos: si el capitalismo puede sobrevivir a pesar de sus crisis, si el socialismo puede existir a pesar de sacrificar el nivel de consumo de sus habitantes, o si existe una tercera vía, como podrían ser las economías y sociedades de los países escandinavos, originadas en la socialdemocracia.
El historiador escocés Niall Ferguson es autor de best sellers que reflexionan sobre la naturaleza de las sociedades del Siglo XXI. Es además una especie de rock star de los círculos académicos anglosajones, por ser un excelente conferencista, por su irreverencia, y por no dejar de producir obras que intentan estar en la vanguardia del análisis social. Aunque Ferguson es más popular entre círculos académicos conservadores, se trata de un pensador destacado en las discusiones modernas sobre las crisis financieras, el Brexit, el significado del trumpismo, el papel de China en la escena mundial, y la influencia de los monopolios informáticos en el mundo moderno.
Aquí me refiero a un seminario en el que Ferguson participó con otros analistas (New Enlightment Conference sobre el capitalismo y el orden mundial, Escocia, julio, 2019), Ferguson, que emigró a California, ha comentado en distintos foros lo que parece ser un resurgimiento de la izquierda en Estados Unidos con ciertos personajes del Partido Demócrata, como el senador Bernie Sanders y Alexandria Ocasio Cortez, conocida por AOC, diputada demócrata por Nueva York, de origen puertorriqueño. AOC es, defensora de los sindicatos, impulsora del control de armas y del medio ambiente.
Ferguson se refiere frecuentemente a AOC para señalar que en ese país un político que defienda al socialismo está condenado al fracaso, a menos, explica, que se trate realmente proponer necesarias políticas redistributivas aplicadas que pudieran, a través de medidas fiscales, mejorar la actual distribución del ingreso en los EE UU, y acercarse a la situación de los países escandinavos y de Irlanda.
El historiador escocés destaca que en las universidades anglosajonas se estudia poco y mal la realidad del socialismo chino, ruso o coreano, y es por ello que algunos políticos se autonombran socialistas.
Otro tema frecuente en las conferencias y artículos de Ferguson es el del socialismo con características chinas, especialmente si China está o no en el proceso de convertirse en una potencia mundial capaz de rebasar a los Estados Unidos, no sólo por el volumen de su producto nacional, sino por sus gastos militares y especialmente por sus recientes desarrollos tecnológicos. (Conviene recordar que a precios corrientes, la economía china ya está en 2021 en un 90% de la norteamericana.)
Para analizar a China frente a los Estados Unidos desde un punto de vista histórico, se habla de la Trampa de Tucídides, la cual se aplica a los casos en los que una potencia dominante es enfrentada por una potencia en ascenso: se origina en el reto que significó Atenas para Esparta, que llevó a una larga guerra desastrosa para el mundo griego. Otro ejemplo es el reto que significó Alemania para la Gran Bretaña a inicios del Siglo XX y que llevó a dos guerras mundiales.
La reflexión principal se aplicaría a si el surgimiento de China representa una amenaza del poder global norteamericano, que podría llevar a una guerra, como lo han sostenido pensadores conservadores norteamericanos. Es en este contexto en que Ferguson interpretó las políticas de Donald Trump de imponer aranceles a las importaciones chinas, no como un capricho pasajero, ni siquiera una medida para reducir el déficit comercial de su economía con China, sino como parte de una política de largo plazo –igual de relevante para demócratas que para republicanos– que intentaría contener el desarrollo chino.
El gobierno chino está de acuerdo con esa interpretación, y ha señalado en distintos momentos que los Estados Unidos están tratando de limitar el desarrollo del país oriental, por ejemplo con las sanciones contra la firma de telecomunicación Huawei desde 2019, argumentando riesgos de seguridad. Es por ello que este tema está en el centro de lo que se podría llamar el principal riesgo geopolítico del siglo, y si ese riesgo podrá ser eventualmente resuelto por la diplomacia o metería al mundo en una nueva guerra fría que se libraría en numerosos campos: comercial, tecnológico, estratégico y de acumulación de armamento.
