Recientemente un amigo economista me recordaba que las inversiones norteamericanas fueron fundamentales para el desarrollo de China después de 1980. Tenía razón, pero de ahí no se puede derivar que el desarrollo chino depende de los EE. UU., y tampoco que en la actualidad las inversiones extranjeras en China son el factor determinante de su futuro.
Son bien conocidas las elevadas tasas de crecimiento de la economía china hasta 2008-9: doblaba su producto cada ocho años y sacó a 800 millones de habitantes de la pobreza. En ese proceso, el comercio entre China y los Estados Unidos, que llegó a los 660 mil millones de dólares en 2018, fue una verdadera máquina de crecimiento hacia afuera para el país oriental. China se convirtió en los 30 años recientes en la base de producción manufacturera más grande del mundo, cuando numerosas actividades industriales (como el acero y muchas otras) fueron trasladadas de los Estados Unidos al país oriental.
Los dos motores de esa intensa modernización fueron la inversión extranjera, y las elevadas tasas de ahorro interno, las que a su vez permitieron elevados ingresos gubernamentales, siempre a costa de un relativo bajo consumo de sus habitantes.
Esto fue posible porque el modelo de desarrollo chino se basaba en una economía de mercado con estricto control y dirección del Estado y del Partido Comunista (con planes quinquenales y todo eso). A este modelo los chinos lo han llamado “socialismo con características chinas”, una forma de capitalismo globalizado con elevado control estatal pero descentralizado en lo regional. La tecnología de todo el proceso fue provista por la inversión extranjera directa (IED), pero además por la educación tecnológica intensiva de estudiantes chinos en el exterior, y también por la adquisición de tecnología por todos los métodos posibles, incluyendo el espionaje, por ejemplo a través del hackeo de propiedades intelectuales de los Estados Unidos.
Pero la crisis de 2008-9 cambió el panorama. China redujo sus tasas de crecimiento hasta llegar a 6.7% en 2016. Aún ahora el FMI estima que esa tasa será aún más baja, de 5.5% en 2024. La reducción se debe a problemas internos de la economía china, como la elevación de los salarios, sus empresas públicas con deudas a veces impagables. pero además por la guerra comercial iniciada entre los dos países iniciada por Donald Trump. No importa que Trump ya no esté ahí: las diferencias entre los dos países son profundas, difíciles de resolver, y serán determinantes para la economía mundial y el poder internacional en el futuro.
Por tanto, la élite dirigente china quiere cambiar los patrones de su anterior tipo de desarrollo hacia un modelo más autónomo basado en la modernización tecnológica, la exportación de capital, el uso de energías más limpias (“energía verde”), y un mayor crecimiento de los servicios que de la industria. El Estado mantendría su preponderancia y los controles existentes sobre la inversión extranjera.
Una clara señal de este cambio son las inversiones chinas en el exterior: en 2018 China recibió del extranjero 139 mil md de inversión, pero sus propias exportaciones de capital fueron mayores hasta llegar a los 196 mil md.
¿Como explicar esto? Ante todo, por la política gubernamental: quieren globalizar sus empresas, ampliar el control de patentes y competir en el mundo con empresas tecnológicas de primer nivel. Todo esto pasa por un cambio en las relaciones con los norteamericanos, comentado recientemente por el presidente Biden como que “China se puede comer nuestro almuerzo”.
Una segunda razón de la inversión exterior china es para pagar en el exterior salarios más bajos que en su propio país, igual que lo hicieron las transnacionales de Occidente desde los años ochenta. El Ministerio Chino de Comercio Exterior informó en 2018 que el total de inversión china no financiera destinada a los países de la Belt and Road Iniciative (a veces traducida literalmente como iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda) era de 15.5 miles de md en ese año, o sea 8.8% que en el año anterior. China ya tiene influencia e inversiones a lo largo de una ancha franja que se extiende del Extremo Oriente hasta Europa, también en países de África, y con mayor retraso de América Latina y El Caribe.
Continuaremos con este tema en el siguiente artículo.
