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Mensaje intrascendente, oportunidad perdida

por | Feb 2, 2021

Tan rápido y furioso que ni lo sentimos, concluyó el primer mes de este año decisivo para los mexicanos. Desbancamos a la India del tercer lugar entre los países con más contagios por el Covid-19, lo cual es una notable hazaña en relación con el contraste tan marcado en el volumen de habitantes. Nos enteramos también de que el saqueo a la nación continúa de modo irrefrenable, pues de España llegó la información de que fueron incautados 48 mil millones de pesos (alrededor de 2 mil millones de euros), depositados por 23 empresarios y financieros mexicanos en el Banco Privado de Andorra, un discreto paraíso fiscal situado en el norte del país ibérico.

En el centro de las investigaciones aparece Juan Collado, abogado muy llegado a Enrique Peña Nieto. Como sabemos, preso por los delitos de delincuencia organizada, apropiación de recursos ilícitos, entre otros. Es fácil colegir que dinero hay en México, tanto que no se justifica la pobreza ni la desigualdad, flagelos en aumento por la pandemia. El monto extraordinario de recursos monetarios y financieros no llega a los asalariados, y cada vez menos a quienes están en la informalidad ni tampoco a las clases medias.

Los beneficiarios son los mismos que han sido favorecidos por el sistema político, el cual parece tener cimientos tan firmes que la Cuarta Transformación (4T), en dos años no ha podido romperlos. Ni lo hará en los cuatro que faltan para que finalice el sexenio; fueron construidos sólidamente bajo las directrices de la globalización, hace cuatro décadas, soltando las amarras de la corrupción. Una prueba evidente de tal aserto nos lo acaba de ofrecer el gobierno de la 4T.

El Grupo México, cuyo propietario es el magnate Germán Larrea, acaba de lograr un jugoso contrato por 17 mil 815 millones de pesos, destinados a la construcción de la vía férrea electrificada del Tramo 5 Sur del Tren Maya. Como sabemos, es el mismo empresario que tiene serias confrontaciones con el sindicato minero, debido a prolongadas huelgas en diversas minas en Zacatecas y Sonora, principalmente. Lo asombroso es que, aun así, con estas demostraciones de complacencia gubernamental con la cúpula empresarial, ¡se siga tildando al presidente López Obrador de comunista y chavista!

Actúan así, los neonazis criollos, con el fin de reducir la capacidad de maniobrabilidad política del mandatario, mantenerlo atado y evitar que se salga de las directrices marcadas por las élites. Cuando pudo sobreponer su capital político a las presiones de éstas, al iniciar su mandato, no lo hizo y ahora paga las consecuencias. Lo dramático del caso es que el verdadero perdedor es el pueblo, incluidas ahora las clases medias, las cuales votaron por López Obrador y ahora dudan si hicieron lo correcto. No importa que él tenga otros datos. Es así, ya que representan al grupo social más informado y menos complaciente.

Las clases medias esperaban a un mandatario dispuesto a demostrar, con hechos, su voluntad de conducir al país a una realidad menos dramática, con hechos tangibles, tal como lo hizo Ángela Merkel, recientemente relevada como canciller de Alemania, quien ocupaba dicho cargo desde 2005. Destacó tanto en el concierto europeo, que se ganó el aplauso y la admiración de tirios y troyanos. Y no por querer quedar bien con todos sus gobernados, sino por cumplir sus obligaciones sin temor al fracaso. Caso concreto, la batalla frontal contra la pandemia, diciéndole al pueblo la verdad, sin complacencias ni demagogia.

En el video que subió López Obrador para acallar las voces altisonantes de sus detractores, quienes llegaron al colmo de darlo por muerto, perdió la oportunidad de hablar con la verdad al pueblo. Continuó con su mismo discurso subjetivo, dirigido a las emociones de sus adeptos, no al imperativo de sacudir la conciencia de la gente y hacerle ver la gravedad de los problemas que enfrentamos este año, principalmente la pandemia y sus consecuencias sociales, derivadas de una economía prendida de alfileres. La historia patentiza, en todos los tiempos, que las esperanzas se nutren de realidades objetivas, no llegan del cielo.

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